
El mundo se paraliza ante las historias de crímenes sin resolver, pero pocas veces una investigación privada alcanza el nivel de dedicación, riesgo y triunfo de la que llevó a cabo Mary Rose. Esta madre, impulsada por un amor inquebrantable y el dolor de una pérdida insoportable, se convirtió en una detective aficionada, desmantelando la fachada de un depredador que había eludido a la justicia durante casi 50 años. Su odisea no solo buscaba la verdad sobre su hija desaparecida, Anette Craiver, sino que se transformó en una cruzada por la justicia para otras dos mujeres cuyas vidas fueron truncadas por el mismo hombre: Félix Bale, un criminal en serie sumamente peligroso.
El relato de Anette Craiver comienza con la vulnerabilidad. En el verano de 1981, Anette, de tan solo 15 años, seguía lidiando con el fallecimiento de su padre dos años antes. La joven se refugiaba en la soledad, escribiendo poesía y tocando la guitarra, una situación que, comprensiblemente, inquietaba a su madre, Mary Rose. Sin que Mary lo supiera, su hija había encontrado consuelo en un hombre mucho mayor, Félix Bale, de 40 años, a quien conoció en una venta de garaje. A simple vista, Félix parecía un cliente más, pero ocultaba una naturaleza controladora y manipuladora.
La difícil situación financiera de Mary Rose la obligó a tomar una decisión dolorosa: mudarse temporalmente a Oklahoma por trabajo, dejando a Anette al cuidado de una amiga. Fue durante esta ausencia que Félix Bale intensificó su manipulación. Anette, sintiéndose abandonada, se dejó convencer para emprender un viaje por carretera con él tras graduarse. Mary, al regresar con la ilusión de una casa nueva para ambas, se encontró con la devastadora noticia de la huida de su hija. El contacto se hizo esporádico, hasta que Anette llamó pidiendo permiso para casarse con Félix en California, a pesar de tener solo 17 años. Mary, por miedo a un distanciamiento total, cedió, una decisión que, como tantas otras, la atormentaría por décadas.
Tras la boda, el carácter de Félix se endureció. Se volvió dictatorial, ejerciendo un control absoluto sobre la vida de Anette. En un acto de profunda crueldad, la obligó a someterse a un procedimiento médico forzado después de una gestación no deseada. Finalmente, Anette regresó a casa de su madre en un intento de liberarse, pero ya no era la misma. Su mirada, una vez brillante, estaba apagada, un reflejo de la manipulación psicológica a la que había sido sometida. Mary Rose, feliz por el reencuentro, pronto se vio acosada por las llamadas de Félix, quien exigía hablar con Anette.
El depredador finalmente se presentó en la casa, irrumpió sin invitación y, tras un tiempo a solas con Anette, convenció a la joven para que le pidiera a Mary Rose que se marchara. Obligada a renunciar a su hogar y a su hija, Mary se mudó a California. Poco después de cumplir 18 años, Anette cobró una herencia y, según los informes, transfirió todo el dinero a las cuentas de Félix y puso la casa a su nombre. Al enterarse, Mary llamó a Félix, quien afirmó fríamente haber subido a Anette a un autobús con destino a México. Mary Rose denunció la desaparición, pero el encanto engañoso de Félix sedujo a la policía, que cerró el caso al considerar que Anette se había marchado por voluntad propia.
Durante los siguientes siete años, la esperanza fue el único motor de Mary Rose. Se aferró al teléfono, esperando en cada fecha especial la llamada que nunca llegó. La duda se transformó en certeza con el tiempo: si solo quisiera alejarse de su madre, ¿por qué nadie más sabía de ella? Cansada de la inacción del FBI y de la policía local, Mary tomó la decisión radical de iniciar su propia investigación. Su única pista sólida la llevó a Jordan, la hermana de Félix. Esta conversación reveló que Félix había tenido una esposa anterior que había fallecido por ahogamiento, una revelación que cambió el rumbo de la búsqueda.
Mary Rose localizó rápidamente a Will Horton, el hermano de la primera esposa, Mary Horton Bale. Will no dudó en expresar su firme convicción de que Félix había quitado la vida a su hermana. El relato de Mary Horton era un eco aterrador del de Anette. Después de casarse y tener un hijo, Bill, Félix se volvió posesivo y controlador. Su ira se desató cuando Mary quedó embarazada por segunda vez, lo que la llevó a huir a casa de sus padres. Poco después, en 1970, ocurrió el suceso fatal: Mary Horton, supuestamente, cayó de un bote mientras pescaban con Félix en el río Calcashu.
La escena en el río despertó inmediatamente las sospechas. Félix fue arrestado porque, en lugar de pedir ayuda a los barcos y muelles cercanos, regresó a la orilla para alertar a la policía. Dos días después, el cuerpo de Mary fue recuperado. La evidencia apuntaba a un acto violento: su boca estaba amordazada con una bufanda, presentaba una herida contundente en la cabeza y sus mangas estaban cubiertas de sangre. Sin embargo, para asombro de todos, el forense dictaminó que el deceso fue un ahogamiento accidental. Sin un caso de acto violento confirmado, la policía se vio obligada a liberar a Félix. La injusticia se repitió: la madre de Mary Horton, al igual que Mary Rose, había sido abandonada por el sistema.
La investigación de Mary Rose se extendió al rastreo de una tercera víctima potencial. Will Horton le confió que había recibido llamadas durante años buscando a Sharon Hensley, la siguiente novia de Félix, quien también había desaparecido misteriosamente. Mary Rose se dirigió a Dakota del Norte para reunirse con Brian Hensley, el hermano de Sharon, quien describió a su hermana como un espíritu libre, capturado por la labia y el encanto de Félix. En esa época, Félix había adoptado el estilo de vida hippie, convirtiéndose en un predicador errante y líder de su propia secta, la Santa Orden de Mans.
Sharon, de 21 años, se unió al culto. El viaje de la pareja se complicó a medida que Félix se volvía más agresivo y consumidor de sustancias. El terror la paralizó. Sharon llamó a su madre para despedirse antes de un viaje a Sudamérica, y su voz delató el peligro inminente. La familia Hensley recibió una carta de Félix afirmando que Sharon lo había dejado por Australia en barco, una historia que no se creyeron, pero que de nuevo resultó en la inacción policial.
El punto de inflexión en la cruzada de Mary Rose llegó con Bill Bale, el hijo de Félix y Mary Horton. Bill, que había sido secuestrado por su padre y sometido a un calvario de abuso y drogas, logró escapar a los ocho años y testificó contra su padre por poner en peligro a un menor. A pesar de que Bill tenía un terror paralizante a su padre, Mary Rose logró ganarse su confianza. El relato de Bill confirmó los peores temores: a la edad de ocho años, Bill escuchó a Sharon confrontar a Félix, quien le confesó haber quitado la vida a su madre. Años después, Félix reapareció solo, afirmando que Sharon “nunca volvería a molestar a nadie”, una frase que Bill entendió perfectamente.
Armada con estos testimonios, Mary Rose presentó su caso al FBI, que inicialmente reconoció que estaban lidiando con un “criminal en serie”. Sin embargo, debido a recortes presupuestarios, el departamento se disolvió, y el caso fue archivado una vez más. Mary se sintió avergonzada por haber ilusionado a las otras familias, pero no se rindió. Su obsesión por la verdad la llevó, casi 30 años después de la desaparición de Anette, a escuchar una historia en la radio sobre Jerry Mitchell, un periodista de Misisipi famoso por resolver casos fríos.
Mary Rose lo contactó inmediatamente. “Si supieras que hay un criminal en serie viviendo en Misisipi con total libertad, ¿te interesaría conocer el caso?”, le preguntó. La respuesta de Mitchell fue un sí rotundo. La madre no perdió el tiempo y le dijo al periodista: “Voy a ir a confrontar a Félix”. Mitchell decidió ir con ella. La confrontación se llevó a cabo en un parque de casas rodantes remoto. Con el coraje de la desesperación, Mary Rose, sin importarle los riesgos, se coló en la casa de Félix a través de una ventana rota. Dentro, encontró una colección inquietante de textos de culto y un impresionante arsenal de armas blancas, incluyendo varios machetes.
Al salir, fueron interceptados por Kate Foldner, la hermana de Félix, quien, para sorpresa de Mitchell, admitió de inmediato: “Ah, sí, creo que él quitó la vida a esas mujeres”. La confesión accidental de la hermana fue el catalizador que Mitchell necesitaba. Él entrevistó a todos los involucrados, incluyendo a los Horton y Hensley, y escribió el libro aclamado Gone, que detallaba la investigación de Mary Rose.
El revuelo mediático del libro obligó al FBI a reabrir los casos en 2014. El caso de Mary Horton Bale fue el único viable para el procesamiento, dada la confirmación del fallecimiento. El fiscal Holland tomó el caso de 50 años. Su equipo irrumpió en la casa de Félix, donde encontraron una gran cantidad de diarios personales, casi 2.500 páginas, que documentaban el control y la violencia que Félix ejercía sobre las mujeres, e incluso su gusto por beber sangre cruda, aunque no había una confesión directa de los crímenes.
El destino, sin embargo, tenía guardada la pieza final del rompecabezas. Holland encontró a Ike Capture, un testigo de 90 años que, por casualidad, estaba en el barco de su padre (contratado en las operaciones de búsqueda) cuando se recuperaron los restos mortales de Mary Horton en 1970. Ike había guardado un sobre con una sola palabra, “guardar”, que contenía las últimas fotografías del hallazgo.
Las imágenes eran la prueba irrefutable de un acto violento. Un patólogo forense que revisó las fotos no dudó en preguntar: “¿Quién la quitó la vida?”. Las fotos mostraban claramente a Mary Horton amordazada con una bufanda y con señales de violencia. Ike Captshare testificó que la bufanda estaba atada con un nudo que no era de mujer, una prueba que desmanteló la versión del ahogamiento accidental.
En 2016, tras décadas de lucha, Félix Bale fue condenado por el crimen de Mary Horton Bale, tras solo diez minutos de deliberación del jurado. La justicia finalmente prevaleció, y el depredador fue sentenciado a prisión de por vida, asegurando que “no saldrá jamás”.
Aunque la desaparición de Anette y Sharon quedó sin procesar, para Mary Rose, la condena de Félix por el crimen de Mary Horton fue una victoria monumental. “Lo más importante para mí era que lo condenaran por acto violento, ya fuera solo por Mary Horton o por las tres mujeres, y que pasara el resto de su vida en prisión. Y lo logramos”, declaró Mary Rose, abrazada a las familias Horton y Hensley.
A pesar del triunfo, la herida de Mary Rose por Anette no sanará del todo. “No sé exactamente qué significa el cierre. No he encontrado el cuerpo de Anette. Siempre habrá una parte de mi corazón que siempre estará rota”. Para lidiar con el dolor, Mary Rose comenzó a escribirle cartas a su hija, buscando el perdón por las decisiones del pasado y liberando las lágrimas que había contenido durante años en su incansable búsqueda de justicia. Su legado es un testimonio poderoso del amor maternal, que probó ser más fuerte que la inacción policial y el miedo, logrando exponer a un criminal que pensó que era intocable.