
En agosto de 2019, David y Marissa Collier llegaron a Wyoming con la energía y la ilusión propias de una pareja de recién casados. Habían planeado su luna de miel con meticuloso detalle, eligiendo la belleza cruda y majestuosa de la cordillera Wind River en lugar de los destinos turísticos habituales.
Eran excursionistas experimentados, de los que revisan su equipo dos veces y respetan la montaña, llevando consigo mapas, comunicadores satelitales y un itinerario claro que compartieron con sus familias.
Nada en su preparación sugería que serían protagonistas de uno de los misterios más desconcertantes de la región. La mañana del 14 de agosto salieron para una caminata que debía durar solo unas horas, pero cuando el sol se puso y una tormenta comenzó a azotar la zona, su vehículo permaneció solo en el estacionamiento.
La búsqueda comenzó casi de inmediato, impulsada por la extraña ausencia de la pareja responsable. Equipos de rescate, perros rastreadores y helicópteros peinaron la zona, pero la intensa lluvia había borrado cualquier huella útil. A medida que pasaban los días sin señales de vida, surgieron testimonios inquietantes de otros excursionistas.
Varios recordaron haber visto a la pareja hablando con un hombre solitario que vestía una chaqueta azul descolorida, alguien que no parecía llevar equipo de senderismo y cuya presencia generaba una sensación extraña.
Sin embargo, el rastro se enfrió, el hombre nunca fue identificado en ese momento y, a pesar de los esfuerzos incansables de las familias y las autoridades, el caso se estancó.
David y Marissa habían desaparecido como si la tierra se los hubiera tragado, dejando tras de sí solo preguntas sin respuesta y un doloroso silencio.
Pasaron cuatro largos años y el caso, aunque nunca olvidado por los seres queridos de la pareja, había desaparecido de los titulares. Fue entonces, a finales del verano de 2023, cuando un grupo de voluntarios decidió probar drones de alta resolución en áreas remotas y peligrosas del cañón, lugares donde los equipos de rescate a pie no podían llegar.
En una de las grabaciones, un operador notó algo inusual: una pequeña mancha de color verde azulado incrustada en una repisa de un acantilado, oculta en una grieta profunda a más de 30 metros de altura.
No parecía una formación natural. Al acercar la imagen, se confirmó que era una tienda de campaña colapsada, desgastada por el tiempo pero aún reconocible. Ese hallazgo, en un lugar tan inaccesible, encendió una chispa de esperanza y temor a la vez.
Un equipo de escaladores técnicos fue enviado para llegar a la repisa. La ascensión fue peligrosa, lidiando con rocas sueltas y un terreno traicionero. Al llegar, confirmaron que la tienda pertenecía a la pareja desaparecida.
Dentro encontraron sacos de dormir y, lo más crucial, un dispositivo GPS con la pantalla rota. Al analizarlo, descubrieron que las últimas coordenadas registradas no correspondían a ese lugar, sino a un punto aún más profundo y oculto en el cañón, en una zona que no aparecía en los mapas turísticos.
Siguiendo esa última pista digital, los investigadores llegaron a la entrada colapsada de una antigua mina abandonada, un lugar que había permanecido oculto a la vista de todos durante décadas.
Lo que encontraron dentro de la mina reveló la trágica y oscura verdad de lo que había sucedido cuatro años atrás. En el interior de la cámara subterránea, descubrieron los restos de David y Marissa, junto con un diario que se convertiría en la pieza clave para entender sus últimos días.
El cuaderno contenía dos tipos de escritura: una metódica y fría, perteneciente al hombre que los había retenido, y otra frenética y desesperada, escrita por las víctimas. Las entradas narraban cómo habían sido desviados del camino y llevados a ese lugar aislado.
El análisis forense posterior y las pruebas de ADN vincularon los hechos con Thomas Rudd, el hombre de la chaqueta azul, quien había fallecido por causas naturales en el desierto meses después de la desaparición de la pareja, llevándose sus secretos a la tumba hasta que la tecnología permitió descubrir la verdad.
Aunque el desenlace fue desgarrador, el hallazgo permitió a las familias cerrar un capítulo doloroso y llevar a David y Marissa a casa para su descanso final.