La Sierra Madre Oriental es un cementerio de secretos. Sus picos áridos, sus cañones profundos y sus senderos olvidados han reclamado incontables vidas, absorbiendo a los audaces y a los imprudentes por igual. Sin embargo, algunas desapariciones son más inquietantes que otras, dejando un vacío que el tiempo no puede llenar y una serie de preguntas que ningún informe oficial puede responder. El caso de Evan Rhodess es una de ellas. En 2015, este experimentado excursionista estadounidense se desvaneció en el estado de Nuevo León, México, dejando atrás solo rumores, un diario destrozado y una familia en agonía. A primera vista, la historia de Evan es una más de las muchas tragedias que ocurren en la montaña, un resbalón, una caída, un error fatal. Pero una década después, las revelaciones de su hermana, Rachel, pintan un cuadro mucho más escalofriante, sugiriendo que la desaparición de Evan no fue un accidente, sino una elección, una ascensión intencional hacia un silencio que lo había llamado durante años.
Evan no era un excursionista ordinario. A los 34 años, había recorrido más senderos en solitario que la mayoría de los guías de tiempo completo, una soledad buscada en la vastedad de la naturaleza. Patagonia, Denali, los glaciares de Islandia, cada lugar era un paso más en una búsqueda que iba más allá del mero senderismo. En México, no le interesaban los “tours” ni los lugares turísticos. Lo que quería era aislamiento, quietud, y quizás algo más que no podía nombrar. Su último viaje, a la Sierra Madre Oriental, fue planeado con la misma intencionalidad que cada paso que daba. Se desvió de las rutas turísticas, buscando los senderos antiguos, los que no estaban en los mapas. Unos días antes de su desaparición, Evan conoció a un hombre en un mercado de Monterrey. Un encuentro fortuito en un puesto de artesanía que cambiaría el curso de su viaje, y quizás el de su destino. El hombre, de rasgos indígenas y voz suave, le habló del “Camino de los Videntes,” una ruta espiritual olvidada por los mapas, una que, según él, te “rompe o te muestra lo que es real.” Evan no se burló. No lo descartó. Escuchó. Y esa noche, con un rincón arrancado de su propio mapa, trazó a lápiz una línea tenue a lo largo de la ladera este del cañón, una ruta que lo alejaría del camino conocido y lo llevaría hacia lo desconocido.
Su diario, una serie de páginas escritas con prisa y con una letra temblorosa, revela la intensidad de su viaje interno. Habla de un encuentro en el desierto con una “forma,” una “luz detrás de ella” que lo llamaba. Su tono, inicialmente el de un explorador, se transforma en el de alguien que se prepara para un rito de paso. Se lee como una confesión, una rendición. “Para ascender no hay que subir. Es desvanecerse con intención.” Estas palabras, las últimas que escribió, no eran las de un hombre que se había perdido, sino las de alguien que se había encontrado a sí mismo en un lugar del que no había intención de volver. La inquietud se profundiza al considerar a Clara Torres, una excursionista de Barcelona que, años después, se desvaneció en un lugar sorprendentemente cercano al de Evan. En su diario, Clara escribió sobre sueños recurrentes de la misma cresta que vio en las imágenes del dron de Evan, una voz que la llamaba. Como él, se desvió del camino principal, siguiendo una necesidad inexplicable. Su desaparición fue tan abrupta como la de Evan, sin dejar rastro, solo un extraño aumento de temperatura registrado por su rastreador GPS antes de que su señal se perdiera para siempre. La coincidencia es demasiado extraña para ser una mera casualidad.
Rachel, la hermana de Evan, se ha convertido en una sombra de su antiguo ser, su vida dedicada a la búsqueda de la verdad. Ella voló a Monterrey, con fotografías de su hermano, buscando respuestas que el gobierno no le dio. Su determinación la llevó a los lugares que él visitó, a las personas con las que habló, desenterrando rumores y secretos que las montañas habían guardado por años. Una conversación casual con un oficial de policía retirado le reveló la existencia de un video de vigilancia por dron de la época de la desaparición de Evan. Tras una lucha burocrática, Rachel consiguió una copia del archivo encriptado. El video, de baja resolución y distorsionado, mostraba una figura solitaria e inmóvil en el borde de un cañón. El análisis forense de la imagen reveló una verdad escalofriante: la figura no era una sombra o una anomalía, era una persona que estaba mirando directamente al dron, como si supiera que la estaban observando. No hay forma de saber si era Evan, pero la imagen, un fantasma pixelado de lo que podría haber sido, alimenta la idea de que su desaparición fue un acto consciente.
La comunidad en línea se ha vuelto una parte crucial de esta historia. En foros de Reddit y grupos de Facebook dedicados a Evan, las teorías sobre su desaparición se han multiplicado. Hay quienes creen que se unió a un culto místico, una peregrinación secreta para alcanzar la iluminación, un rito que los místicos locales llaman “la llamada del desierto.” Otros creen que se tropezó con un secreto más oscuro, una operación minera ilegal o algo más sobrenatural. Los rumores de criaturas crípticas, de huesos dispuestos en espirales, de un “sendero que escucha” son más comunes de lo que uno podría pensar. Aunque Rachel descarta la mayoría de estas teorías como simple especulación, ella se aferra a un post de un usuario anónimo que ha sido borrado, un comentario que resuena con la verdad que ella ha descubierto: “Algunas desapariciones no son accidentes. Algunas son invitaciones. Él buscaba el silencio. Y lo que encontró, lo encontró a él.”
Los años han pasado. Las laderas de la Sierra Madre se están desmoronando, revelando lo que se había escondido bajo la roca. En 2023, una serie de deslaves en la cresta este, el mismo sendero que Evan y Clara siguieron, revelaron formaciones rocosas retorcidas y extrañas impresiones en la tierra. Los locales dicen que la montaña se está “despertando,” liberando sus secretos. La tierra ha revelado anclas de cuerda antiguas y equipo de escalada congelado en lugares imposibles. La tierra que alguna vez fue un mar de roca ahora es un lienzo en el que la montaña está pintando su propia historia. ¿Será que la montaña de verdad está lista para revelar su verdad?
La historia de Evan Rhodess es un recordatorio de que en la inmensidad de la naturaleza, hay fuerzas y verdades que escapan a nuestra comprensión. Su desaparición no es un punto final, sino un punto de partida para una conversación mucho más profunda sobre lo que buscamos en los picos del mundo. ¿Fue Evan un buscador, un mártir, un explorador de lo desconocido? O fue simplemente un hombre que encontró una forma de desaparecer por completo, dejando un legado de preguntas sin respuesta y un rastro que solo pueden seguir aquellos que están dispuestos a ver más allá de lo que se les ha mostrado. Para Rachel, la respuesta es clara: la búsqueda no es para encontrar un cuerpo, sino para comprender lo que su hermano buscaba, porque al final del día, ella es la única que tiene la llave para desentrañar el último misterio de la Sierra Madre: el de un hombre que se desvaneció por su propia voluntad.