El Pacto Silencioso en la Montaña Durmiente: La Historia de Lealtad que el Iztaccíhuatl Guardó por Cuatro Años

El aire en la cueva de hielo era un aliento congelado, una niebla densa que se aferraba a los rostros de los hombres, haciéndoles sentir cada grado de los 50 bajo cero que el factor de sensación térmica les imponía. Afuera, una tormenta de nieve rugía con la furia de mil demonios, azotando el Iztaccíhuatl con vientos que fácilmente podían levantar a un hombre. Adentro, en la penumbra de la cueva, dos hombres de mundos completamente distintos compartían sus últimas horas, sus cuerpos temblorosos y la esperanza desvaneciéndose como el último calor de un fuego moribundo. Willy Merkel, el montañista alemán, y Gay Lai, el porteador local, eran los últimos supervivientes de una tragedia que ya había costado la vida a ocho de sus compañeros.

Durante cuatro largos años, el destino de la expedición alemana de 1934 al Iztaccíhuatl, la montaña legendaria de México, había sido un misterio. Los montañistas susurraban historias sobre la “Montaña Durmiente” y sus víctimas desaparecidas, transformando la tragedia en una leyenda aterradora. Pero en 1938, una nueva expedición de rescate, con un propósito sombrío, encontró en esa misma cueva la respuesta que el mundo entero había esperado. Lo que descubrieron no fue solo un final trágico, sino un testimonio de lealtad y sacrificio que conmovió a una nación y cambió para siempre la historia del montañismo.

El desastre en el Iztaccíhuatl comenzó con una ambición, una muy común en la era del alpinismo de los años 30. En 1934, con el respaldo total y financiamiento ilimitado del gobierno alemán, Willy Merkel lideró a la élite del montañismo alemán y austríaco en un intento por conquistar el Iztaccíhuatl. Su objetivo era claro: ser los primeros en llegar a la cumbre y traer gloria al Reich. La prensa alemana siguió cada uno de sus movimientos, presentándolos como la manifestación del espíritu alemán superior. Sin embargo, desde el inicio, la expedición fue una lucha contra la montaña y el destino. El 6 de junio, a solo tres semanas del inicio, Alfred Drexel, uno de los montañistas, murió de edema pulmonar de altura, ensombreciendo la misión desde el principio. Pero Merkel, con determinación renovada, decidió continuar, creyendo que la única forma de honrar a su compañero era alcanzando la cumbre.

A finales de junio, el equipo había logrado avances impresionantes, estableciendo campamentos cada vez más altos en la ruta de ascenso. El plan de Merkel, sin embargo, era fatalmente optimista. Quería que el mayor número posible de miembros del equipo alcanzara la cumbre juntos. Una decisión motivada por la camaradería y el ideal del colectivo, pero que en retrospectiva, resultaría ser un error crítico en una montaña tan técnica y peligrosa. El 6 de julio, el grupo llegó a una famosa silla a 5,000 metros. Desde allí, dos de los escaladores más fuertes, Peter Aschenbrenner y Erwin Schneider, continuaron a una altura récord de 5,300 metros, desde donde podían ver claramente el camino a la cumbre. Podrían haberla alcanzado ese mismo día, pero en un acto de lealtad a las órdenes de Merkel de esperar a todo el grupo, decidieron regresar y esperar. Esa decisión sellaría el destino de muchos.

Mientras esperaban en el campamento, el clima, que había sido relativamente estable, se deterioró de forma violenta. En la noche del 6 al 7 de julio, una tormenta feroz se desató, atrapando a 16 personas a más de 5,000 metros de altura. Vientos fuertes y temperaturas que se sentían como 50 bajo cero azotaron las tiendas y a los montañistas. Aschenbrenner y Schneider, reconociendo la gravedad de la situación, tomaron la decisión crucial de descender inmediatamente. Luchando contra vientos que los levantaban del suelo y nieve hasta la cintura, lograron llegar al campamento base a salvo. Pero el resto del grupo, siguiendo las órdenes de Merkel de mantenerse unidos, se movió demasiado lento.

La montaña comenzó a cobrar sus víctimas una por una. El 9 de julio, a más de 5,000 metros, Ulrich Wieland, de 32 años, simplemente se sentó en la nieve y se quedó dormido para nunca despertar. El 10 de julio, varios porteadores locales murieron de agotamiento. En el campamento 7, Willy Merkel y Willo Welzenbach, uno de los mejores escaladores de hielo de su generación, permanecieron con dos porteadores leales, Gay Lai y Ang Tsering. El 12 de julio, Welzenbach murió de agotamiento, dejando a Merkel, Gay Lai y Ang Tsering como los únicos supervivientes en las alturas.

Fue entonces cuando Ang Tsering tomó una decisión heroica. Sabiendo que todos morirían si no llegaba ayuda, el joven porteador se arriesgó a un descenso solitario en la furia de la tormenta. El 14 de julio, después de siete días de lucha contra el infierno, Ang Tsering llegó al campamento base, más muerto que vivo, pero con el mensaje desesperado de que Merkel y Gay Lai todavía estaban vivos. Se organizó un intento de rescate, pero las condiciones eran tan brutales que era imposible llegar a ellos. La expedición se vio obligada a abandonar la montaña, dejando atrás a sus compañeros perdidos.

La tragedia de 1934 conmovió al mundo. En Alemania, la propaganda transformó a los montañistas caídos en héroes nacionales. La montaña Iztaccíhuatl fue rebautizada como la “Montaña del Destino Alemán”. Sin embargo, preguntas inquietantes persistieron: ¿Qué había pasado exactamente en aquellos días finales? ¿Cuánto tiempo habían sobrevivido Merkel y Gay Lai? Las familias de las víctimas vivieron con la agonía de no saber.

Sufrir cuatro años más, Iztaccíhuatl siguió cobrando más vidas. En 1937, una nueva expedición alemana terminó en otro desastre, con 16 personas muriendo en una avalancha masiva. Después, en 1938, Paul Bauer lideró una tercera expedición, con la misión específica de encontrar a los perdidos.

El 12 de julio de 1938, exactamente cuatro años después de la muerte de Welzenbach, la expedición de Bauer hizo el descubrimiento que había estado buscando. En una cueva de nieve cerca del campamento 6, encontraron los cuerpos perfectamente preservados de Willy Merkel y Gay Lai. La escena que encontraron fue desgarradora. Los dos hombres yacían juntos, uno al lado del otro. Gay Lai había permanecido con Merkel hasta el final. Junto a los cuerpos, encontraron el diario de Merkel, cuyas últimas páginas revelaban la verdad.

Merkel había escrito sobre la lealtad inquebrantable de Gay Lai. A pesar de que el joven porteador podría haberse salvado, como lo hizo Ang Tsering, se negó a abandonar a su líder. Merkel escribió que le había ordenado a Gay Lai que intentara el descenso solo, diciéndole que no había razón para que ambos murieran, pero Gay Lai respondió consistentemente que se quedarían juntos hasta el final. El diario también reveló que habían sobrevivido al menos hasta el 16 de julio, dos días después de que Ang Tsering partiera. Pasaron sus últimas horas conscientes hablando de sus familias, humanizando por completo la relación entre el montañista alemán y el porteador local.

Esta revelación transformó la narrativa del desastre. Ya no era solo una historia de ambición que había salido mal, sino un testimonio extraordinario de lealtad humana que trascendía las diferencias culturales, de clase y de raza. En una de las últimas entradas de su diario, Merkel escribió: “Gay Lai podría haberse salvado, pero él eligió quedarse. No hay mayor honor que esto. Si alguien sobrevive para contar esta historia, que sepan que este joven porteador murió como el hombre más valiente que he conocido”.

El descubrimiento de 1938 no solo proporcionó un cierre a las familias de las víctimas, sino que también abrió nuevas líneas de reflexión sobre la ética en el montañismo de alta altitud. ¿Hasta qué punto era ético pedir a los porteadores que arriesgaran sus vidas por los sueños de gloria de otros? La lealtad de Gay Lai, aunque admirable, también planteó preguntas sobre la dinámica de poder entre los montañistas occidentales y sus porteadores locales.

Ang Tsering, el único porteador superviviente de los días finales, se convirtió en una figura legendaria. Pero el descubrimiento de que Merkel y Gay Lai habían sobrevivido dos días más después de su partida lo atormentó con preguntas sobre qué podría haber sido diferente. En sus entrevistas, siempre hablaría con gran respeto sobre Gay Lai, describiendo su decisión como la de un hombre verdadero.

Hoy en día, el Iztaccíhuatl, que una vez fue el “destino alemán”, es un recordatorio de los costos humanos de la ambición extrema y la importancia de valores como la lealtad y el sacrificio. La historia de Willy Merkel y Gay Lai, que yacieron juntos en la cueva de hielo por cuatro años, es un testimonio de cómo, en los momentos más desesperados, la conexión humana puede trascender todas las barreras. Es una historia que ha resonado por casi un siglo y que seguirá inspirando a aquellos que, como ellos, se atreven a desafiar los límites de la naturaleza, y más importante aún, de la condición humana.

Related Posts

Our Privacy policy

https://tw.goc5.com - © 2025 News