El 3 de julio de 1990, una familia de cuatro personas se adentró en las misteriosas montañas de la Sierra Tarahumara, con la intención de pasar unas breves vacaciones de acampada. Pero nunca regresaron. Su desaparición se convirtió en uno de los misterios más escalofriantes de la historia de México. Durante décadas, los rumores y el miedo se han arremolinado en torno al caso, pero ahora, los detalles de su aterrador destino han salido a la luz, revelando una historia mucho más oscura de lo que nadie podría haber imaginado. Este es el relato completo de lo que realmente le sucedió a la familia Al Rayes, una pesadilla que ha obsesionado a una región durante 30 años.
El comienzo de la pesadilla
La familia Al Rayes —Sami, su esposa Layla, y sus hijos, Sara y Omar— partió de Abha en su camioneta. Querían escapar del bullicio de la ciudad y encontrar paz en el sereno valle de Al-Ghurab. La última imagen de la familia fue capturada por una cámara de vigilancia en una estación de servicio. Eran una familia normal, llena de alegría y emoción por su viaje. Pero los investigadores notaron un detalle escalofriante en el video: el reflejo de una figura alta y oscura en la ventana de la tienda, de pie, observando a la familia.
Al principio, los agentes lo atribuyeron a una falla de la cámara o a un simple reflejo del sol. Pero aquellos que vieron la cinta más tarde, juraron que esa figura era la de un “vigilante” que había sido visto en los bordes del bosque, acechando a la gente. La policía intentó desmentir los rumores, pero el miedo se apoderó de la gente. El reflejo de la sombra se convirtió en una señal de advertencia para lo que estaba por venir.
La última llamada telefónica de Layla
El 4 de julio, un día después de su desaparición, un mensaje de voz escalofriante apareció en el contestador de la hermana de Layla, Mariam. La llamada era de Layla y fue hecha a las 4:17 de la mañana, desde el corazón del valle, donde no había cobertura. El mensaje era ininteligible al principio, pero luego se escuchó una voz aterrorizada. “Está aquí, de nuevo”, susurró Layla, seguida de tres golpes distintos. Y luego silencio.
Mariam, con el corazón en un puño, llamó a la policía. Algunos pensaron que era solo una llamada interrumpida debido a la mala señal, pero la frase “de nuevo” hizo que los corazones se helaran. Esto no era la primera vez que Layla se encontraba con esta “cosa”. Los tres golpes se convirtieron en el símbolo del miedo, una señal de una fuerza invisible que la estaba persiguiendo. La gente comenzó a darse cuenta de que la familia no se había perdido; algo los estaba persiguiendo, algo que estaba fuera de este mundo.
Una cabaña abandonada y un diario escalofriante
Después de años de no tener ninguna pista, dos cazadores encontraron una cabaña abandonada en las profundidades de un valle en 2015. El lugar estaba lleno de viejos y decrépitos objetos, pero lo más sorprendente era un diario de notas, escondido bajo una tabla, envuelto en un paño. El diario pertenecía a Sami Al Rayes.
Las primeras páginas del diario parecían ser notas de viaje normales. Pero después, las cosas se tornaron más oscuras. Sami comenzó a referirse a sí mismo en tercera persona, y las notas se volvieron cada vez más frenéticas. Escribía sobre “ellos” y cómo “ellos” lo estaban observando. Había dibujos de figuras sin rostro, y un mapa de un círculo de piedras, que más tarde se descubrió en una zona remota del valle.
La última entrada en el diario de Sami estaba fechada en octubre de 1990. Decía, “No olviden que son reales. Están esperando que nos olvidemos de ellos”. Después de eso, solo había garabatos de árboles negros y ojos en las páginas.
El misterio de la familia Al Rayes: ¿Qué pasó con los niños?
Los investigadores encontraron un pequeño cassette dentro de la cabaña, con la nota “Sara, no escuches” escrita en la cinta. La cinta tenía la voz de Sami, contándoles a sus hijos una historia para dormir, cuando de repente, se escuchó un fuerte sonido.
La voz de Layla se escuchó al fondo, “¡Omar, no los dejes ver la luz!”. Y luego un grito, y el sonido de una estática fuerte.
Un analista psicológico que trabajó en el caso dijo que la nota de Sami era una advertencia para quienquiera que encontrara el diario.
Pero la parte más desconcertante fue el descubrimiento de un diente de leche, que se encontraba en una pequeña caja en el interior de un contenedor de metal oxidado, debajo del cuerpo de Layla. Se confirmó mediante un análisis de ADN que el diente era de un niño de siete u ocho años, pero que no pertenecía a ninguno de los Al Rayes. Lo que era aún más confuso eran las letras grabadas en la caja, “AR”, lo que significaba el nombre de Omar Al Rayes.
¿Cómo llegó allí? ¿Estaba Sara viva? ¿Se había quedado en el valle con la persona cuyo diente se encontró?
En 2007, una mujer fue encontrada cerca de una estación de autobuses en Riad. Estaba deshidratada y tenía quemaduras leves en el cuerpo. Dijo que se llamaba Sara y que era la hija de Layla. Luego desapareció de nuevo, sin dejar rastro.
Hoy, 30 años después, el caso de la familia Al Rayes sigue abierto. Un archivo de seguridad que dice “Actividad inexplicable bajo seguimiento”. Cada 3 de julio, a medianoche, los guardabosques informan de aullidos largos y aterradores que provienen de lo profundo del valle.
El caso de la familia Al Rayes es más que una simple desaparición; es una historia que habla de la delgada línea entre el mito y la realidad. ¿Fue Sami un hombre delirante? ¿O se estaba enfrentando a una fuerza que es mucho más aterradora y poderosa que cualquier cosa que pueda explicarse? Lo que les sucedió sigue siendo un misterio, pero los ecos de su miedo aún resuenan en las montañas de la Sierra Tarahumara.