El Guardián Sádico del Desierto: El Tormento de los Marshall, Enterrados Vivos en Chihuahua y Olvidados por Dos Décadas

El verano de 1999 en el norte de México se grabó en la memoria criminal no por su calor abrasador, sino por la frialdad inhumana de un crimen que desafió toda lógica. David y Sara Marshall, una pareja de Vancouver, Canadá, en la flor de su juventud y celebrando un aniversario de boda, eligieron las rutas escarpadas y la inmensidad del Desierto Chihuahuan para sus vacaciones. Él, un programador de 31 años; ella, una enfermera de 29. Su viaje, planeado meticulosamente, buscaba la aventura en los cañones menos transitados, lejos de los circuitos turísticos tradicionales. Esta búsqueda de lo recóndito, sin embargo, los condujo a un horror inimaginable.La Última Señal: Rumbo a las BarrancasTras pasar unos días en el norte de Estados Unidos, los Marshall cruzaron la frontera con México. Su itinerario por el vasto territorio del estado de Chihuahua los llevó el 22 de junio a Creel, un punto de entrada a las majestuosas Barrancas del Cobre (Cañones del Cobre). En un pequeño hotel, el administrador local recordó más tarde la fascinación de la pareja por las rutas off-road y su interés por los cañones más vírgenes. Una llamada a Vancouver, la última, les confirmó a sus padres que todo iba bien.A la mañana del 23 de junio, una camarera en un modesto restaurante les aconsejó enfáticamente sobre el peligro del sol y la necesidad de cargar abundante agua. Un consejo ignorado o, peor aún, inutilizado por el destino. A las 10:05 a.m., el Jeep Wrangler verde oscuro de los Marshall, con matrícula de Columbia Británica, abandonó Creel. Su última imagen confirmada fue en una gasolinera en La Junta (un pueblo a unos 80 km al sur), a las 11:43 a.m. Las cámaras de vigilancia los mostraron tranquilos, David repostando y Sara comprando agua y aperitivos. Luego, se dirigieron hacia el sur, adentrándose en el corazón del desierto. Después de ese momento, el silencio se apoderó de su rastro.Un Jeep Vacío y el Viento del OlvidoEl 27 de junio, ante la alarma de los familiares en Canadá, las autoridades mexicanas y el Ministerio Público de Chihuahua iniciaron la búsqueda. Los padres proporcionaron la ruta prevista y la descripción del vehículo. El calor era un factor mortal, superando los $43\, \text{°C}$ a la sombra.Tres días después, un grupo de búsqueda, que incluía agentes locales y voluntarios, encontró el Jeep. Estaba a unas 50 km al sur de La Junta, en un camino de terracería que se internaba en un cañón conocido como Cañón de Las Lomas, un lugar notoriamente remoto. El vehículo estaba estacionado de forma ordenada, con las puertas abiertas y las llaves en el contacto. Las pertenencias de camping y las mochilas estaban dentro. La billetera, identificaciones y dinero, intactos. Lo único anómalo: los bidones de agua estaban vacíos y los teléfonos móviles habían desaparecido.No había signos de violencia o lucha. Solo una capa de polvo sobre el capó que atestiguaba varios días de abandono. Dos pares de huellas de zapato se dirigían desde el vehículo hacia el camino, pero desaparecían rápidamente en el suelo rocoso y compacto. Las autoridades asumieron un extravío forzoso o voluntario, pero sin rastro. Las búsquedas masivas, que duraron varios días con el apoyo de helicópteros y perros, fueron infructuosas. Para el 5 de julio, la búsqueda oficial se había reducido a un caso de persona desaparecida.Un Detalle Olvidado y un Guardián FugitivoLa esperanza la mantuvo viva la familia, que contrató a un detective privado de El Paso, Texas. Este detective regresó a La Junta y revisó meticulosamente los hechos. La pieza clave surgió de un empleado de la gasolinera: el 23 de junio, una camioneta pickup azul había repostado justo después del Jeep de los Marshall. El conductor, vestido con lo que parecía ser un uniforme de Guardián de Tierras (similar a un guardabosques o inspector de terrenos federales), se detuvo a observar la ruta de la pareja.Las grabaciones de seguridad, examinadas con lupa, identificaron la camioneta como una Ford F150 azul. Pertenecía a Kevin Thompson, de 36 años, un Guardián de Tierras con acceso a zonas remotas y vasto conocimiento de los cañones. La revelación fue aterradora: Thompson había presentado su renuncia sorpresivamente y abandonado su puesto y el estado solo dos días después de la desaparición de los Marshall.Las autoridades mexicanas y el detective rastrearon el movimiento de Thompson. Una orden de registro a su humilde vivienda cerca de Creel, aunque vacía, reveló un recibo de gasolina de La Junta y, en la basura, un envoltorio de cuerda de nailon de alta resistencia. La evidencia era abrumadora: Thompson había seguido a los Marshall, y su fuga inmediata a México Central parecía una confesión silenciosa. Se emitió una orden de búsqueda federal en colaboración con el FBI.La Tierra Revela su Secreto: Diecinueve Años de AgoníaEl caso se enfrió, persistiendo como un expediente sin resolver durante casi dos décadas. El desierto de Chihuahua, con su inmensidad, guardaba el secreto con celo.Pero en julio de 2018, la naturaleza habló. Unas fuertes lluvias en la Sierra Tarahumara provocaron una erosión inusual en el Cañón de Las Lomas. Dos turistas que fotografiaban el paisaje notaron algo que sobresalía del suelo a unos 50 metros del camino: dos cráneos.La escena que se presentó a los forenses y al arqueólogo del Ministerio Público fue de una crueldad que petrificó a los investigadores. Los cuerpos, identificados por los registros dentales como David y Sara Marshall, estaban enterrados en posición vertical, uno al lado del otro, en fosas cavadas a más de un metro de profundidad. Sus manos estaban atadas a la espalda con restos de la cuerda de nailon.Sus cabezas, expuestas directamente al sol durante 19 años, confirmaron la causa de muerte: insolación y deshidratación. El análisis forense sugirió que la agonía se extendió por 10 a 12 horas bajo el sol implacable de $48\, \text{°C}$. Habían sido enterrados vivos, forzados a una muerte lenta e intencional, una tortura sádica en la que el guardián de la tierra se había convertido en su verdugo.El Trofeo Sádico y el Desenlace FinalCon la identificación de las víctimas, la Agencia Federal de Investigación (AFIN), en colaboración con el FBI, intensificó la búsqueda de Kevin Thompson. En el otoño de 2018, fue localizado en Hermosillo, Sonora, viviendo bajo el nombre de Robert Hayes.Sin embargo, antes de que pudiera ser interrogado, Thompson se llevó la verdad a la tumba. En la cárcel local, esa misma noche, se suicidó ahorcándose con un trozo de tela. El interrogatorio que pudo haber revelado el motivo y los detalles se perdió para siempre.Pero la tecnología moderna y la perseverancia de la investigación revelaron su oscuro legado. De su viejo teléfono móvil, que los técnicos lograron restaurar, se extrajeron varias fotos de 1999. Una de ellas era la prueba definitiva de su sadismo: una imagen tomada a quemarropa de los rostros agónicos de David y Sara Marshall, semienterrados y cubiertos de polvo. Eran trofeos.Lo más escalofriante fueron seis entradas con coordenadas GPS de otros entierros en las vastas regiones del Desierto Chihuahuan y el Desierto de Sonora. Las excavaciones subsiguientes revelaron los restos de siete víctimas más, desaparecidas entre 1994 y 1998, todas turistas o viajeros. La mayoría fueron asesinados con el mismo método brutal. Kevin Thompson, el Guardián de Tierras que debía proteger, resultó ser un asesino en serie que aterrorizó la frontera durante media década, utilizando su conocimiento de los cañones para atrapar a sus víctimas.El caso de David y Sara Marshall, reabierto por la fatalidad y la persistencia de la justicia, se cerró con la confirmación de al menos ocho asesinatos a manos de Thompson. La tierra de Chihuahua había devuelto a sus hijos, y aunque el asesino escapó a la justicia terrenal, la verdad sobre el horror que infligió quedó grabada para siempre en la historia criminal de la región.

Related Posts

Our Privacy policy

https://tw.goc5.com - © 2025 News