Desaparecidos en Plena Luz del Día: El Extraño Caso del Padre y su Hijo que Fingieron un Reality Show de Supervivencia

En el corazón vibrante de Balneario Camboriú, una ciudad brasileña que nunca duerme, la vida transcurría con su habitual ritmo de sol, playa y turismo. Para Mark Rogers, un estadounidense de casi 50 años, y su hijo de 13, Duncan Castrilho, este paraíso costero era su hogar. Llevaban una vida aparentemente perfecta, llena de paseos en patineta y días soleados. Sin embargo, el 28 de agosto de 2025, esa normalidad se hizo añicos. Padre e hijo se desvanecieron en el aire, dando inicio a un misterio que mantendría en vilo a toda una comunidad y cuyo desenlace resultaría ser más extraño que la propia desaparición.

Una Vida Idílica en el Trópico

Para entender la conmoción que causó su ausencia, primero hay que conocer a Mark y a Duncan. Mark Rogers, originario de California, se había enamorado de Brasil años atrás. Viudo de su primer matrimonio, decidió que el litoral de Santa Catarina sería su nuevo hogar. Hace seis años, se estableció en Praia Brava, un exclusivo barrio de Itajaí, a pocos kilómetros de la bulliciosa Balneário Camboriú. Como corredor de bienes raíces registrado, se movía en un mercado inmobiliario dinámico, ganándose el respeto y la amistad de muchos en la comunidad.

Los amigos lo describían como una persona carismática y extrovertida, con una facilidad natural para conectar con la gente. Siempre estaba presente en eventos locales, conversando con vecinos y otros extranjeros que, como él, habían encontrado su lugar en Brasil. A su lado, inseparable, estaba su hijo Duncan. Nacido en Nicaragua, fruto de una relación pasada, el adolescente era la responsabilidad total de Mark. Quienes los conocían hablaban de un vínculo inquebrantable; eran más que padre e hijo, eran cómplices.

Las redes sociales estaban llenas de fotos que atestiguaban esa conexión: ambos sonriendo, disfrutando de la playa, en parques o patinando por las calles. Mark era un padre dedicado que incentivaba las pasiones de su hijo, especialmente el skate, un amor que compartían. Duncan, por su parte, era un adolescente típico, adaptado a la vida en Brasil, con su círculo de amigos y sus rutinas escolares. No había indicios de conflictos familiares ni señales de que algo oscuro se gestara bajo la superficie.

Sin embargo, había un detalle peculiar sobre Mark que llamaba la atención de sus allegados: una profunda fascinación por los ovnis. Algunos lo describían como “obsesionado” con el tema, aunque no estaba claro si esto se traducía en participar en foros en línea o simplemente disfrutar de documentales. Este rasgo, aunque excéntrico, no parecía más que una simple afición. Nadie podía imaginar que, en medio de la desesperación, se convertiría en una de las tantas teorías para explicar lo inexplicable.

La Desaparición

El jueves 28 de agosto era un día común. Mark y Duncan salieron de su casa con un plan sencillo: ir a un centro comercial en Balneário Camboriú para comer en un local de comida rápida. Fueron vistos por última vez en la calle 3500, una de las arterias más transitadas del centro de la ciudad, un lugar rodeado de edificios modernos, tiendas y cafés, siempre lleno de gente. Es, por definición, el tipo de lugar donde es imposible desaparecer sin ser visto.

Pero lo hicieron. Después de ese último avistamiento, el silencio. No más mensajes, no más llamadas. Sus teléfonos móviles, las herramientas que podrían haber delatado su ubicación, se apagaron. Los amigos intentaron contactarlos, pero solo encontraron un vacío digital. La preocupación inicial se transformó en alarma cuando, el sábado 30 de agosto, unos amigos decidieron ir a su apartamento. La escena que encontraron les heló la sangre: ropa y cajas revueltas por todas partes, un ventilador encendido y, lo más desgarrador, los gatos de la familia abandonados, sin agua ni comida. Aquello no era normal.

Balneário Camboriú es una fortaleza de vigilancia, con cámaras de seguridad en casi cada esquina. La idea de que dos personas pudieran simplemente evaporarse en una zona tan monitoreada era desconcertante. ¿Llegaron siquiera al centro comercial? No había testigos que lo confirmaran. El vacío de información era tan absoluto como frustrante.

Pistas Inquietantes y Obstáculos Burocráticos

La primera pieza concreta del rompecabezas apareció menos de 24 horas después de la desaparición. El viernes 29 de agosto, los celulares de Mark y Duncan fueron encontrados en una obra en construcción en la calle 916. Un trabajador los halló, dos iPhones intactos, cargados pero bloqueados, y llamó a la Policía Militar. El hallazgo era enigmático. ¿Por qué estaban allí? ¿Los dejaron ellos intencionadamente o alguien se deshizo de los aparatos para borrar cualquier rastro?

Con esta evidencia, el caso pasó de ser una posible ausencia voluntaria a algo mucho más siniestro. La Policía Civil asumió la investigación, pero mantuvo un estricto secreto, una práctica común que, sin embargo, alimentaba la ansiedad pública.

La situación se complicó aún más por una barrera burocrática. Al no tener familiares cercanos en Brasil, no había quién pudiera registrar oficialmente la denuncia de desaparición. La madre de Duncan, que vivía en Estados Unidos, intentó hacerlo a distancia, pero la legislación brasileña exigía presencia física. Este obstáculo retrasó el inicio formal de la búsqueda, dejando a los amigos en una posición desesperada, intentando navegar un sistema que no estaba preparado para una situación como la suya. Fue entonces cuando la abogada Priscila Fumagali intervino, asumiendo la representación del caso para coordinar los esfuerzos.

Mientras tanto, la comunidad se movilizó. Carteles con las fotos de padre e hijo inundaron las redes sociales y las calles. La solidaridad era inmensa, un reflejo del cariño que la gente sentía por ellos. El 31 de agosto, una nueva pista: el coche de Mark, un Jeep Compass negro, fue encontrado. De nuevo, las autoridades no revelaron detalles clave, como la ubicación exacta o el estado del vehículo, dejando a todos con más preguntas que respuestas.

El Sorprendente Desenlace

Después de cinco días de angustia, cuando las esperanzas comenzaban a desvanecerse, el misterio llegó a su fin. En la tarde del martes 2 de septiembre, alrededor de las 2:30 p.m., el Cuerpo de Bomberos Militar de Santa Catarina localizó a Mark y Duncan. Estaban vivos.

Fueron encontrados en una zona boscosa cerca del Morro do Careca, un conocido punto turístico, no muy lejos de donde se había hallado su coche. Las imágenes del rescate los mostraban en aparente buen estado, caminando junto a las autoridades. El alivio fue inmenso, pero la pregunta en la mente de todos era: ¿qué había pasado?

La respuesta fue tan increíble como el propio suceso. Según informaron los bomberos y la prensa local, Mark y Duncan habían estado acampando voluntariamente en el bosque. Al ser interrogado, Mark ofreció una explicación que dejó a todos perplejos: había planeado simular un “reality show” de supervivencia en la naturaleza con su hijo. Las autoridades confirmaron que, al ser encontrados, tenían acceso a agua y alimentos, lo que indicaba que estaban preparados para pasar varios días aislados.

La noticia cayó como una bomba. La angustia de cinco días, la movilización de recursos policiales, los perros de búsqueda, los drones, las noches en vela de sus amigos… todo había sido parte de un supuesto juego. La Policía Civil los trasladó a la División de Investigación Criminal para un interrogatorio completo. Inmediatamente surgieron sospechas sobre la salud mental de Mark o el posible uso de sustancias, aunque nada ha sido confirmado oficialmente.

El caso, aunque resuelto en cuanto a su paradero, permanece bajo investigación. La comunidad pasó del alivio a la incredulidad y, en muchos casos, a la indignación. La “brillante idea” de Mark no solo causó un pánico innecesario, sino que también dejó a sus mascotas desatendidas y a sus seres queridos sumidos en la desesperación. Una historia que comenzó como un misterio desconcertante terminó como una lección surrealista sobre la delgada línea entre la aventura y la absoluta irresponsabilidad. Mark y Duncan están a salvo, pero las preguntas sobre el juicio de un padre y las consecuencias de sus actos aún resuenan en las tranquilas calles de Balneário Camboriú.

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