El 16 de septiembre de 1994, el tranquilo condado de Knox, Georgia, fue testigo de un suceso que marcó para siempre a sus familias y a su comunidad. Un autobús escolar, la ruta número 87, desapareció sin dejar rastro con 20 niños a bordo. Lo que debía ser un viernes rutinario terminó convirtiéndose en un misterio que duraría más de tres décadas. No hubo testigos, no se encontraron llamadas de auxilio ni huellas de neumáticos; simplemente, el autobús se esfumó entre los árboles que bordeaban Brier Hollow.
Aquel día, Harold Nash, un veterano de Vietnam de 61 años, conducía con su habitual silencio y precisión. Sus pasajeros, niños de entre 10 y 12 años de Dalton Elementary y Knox Middle, conocían la ruta al dedillo. Entre ellos estaba Ellie Thurman, de 12 años, una niña callada, observadora, que prefería escribir y pasar desapercibida. En su cuaderno verde, dejó constancia de extrañas percepciones: movimientos detrás del autobús, voces, y una inquietante sensación de ser vigilados.
Cuando cayó la noche y los niños no regresaron a casa, Knox County se sumió en un estado de alarma y desesperación. Helicópteros sobrevolaban los bosques, perros rastreadores recorrían el terreno y voluntarios formaban líneas de búsqueda. Sin embargo, no había señales del autobús ni de los niños. Oficialmente, se trataba de un accidente trágico, pero sin evidencias, la comunidad y las autoridades empezaron a silenciar la historia.
Todo cambió el 21 de junio de 2024. Una excavadora, trabajando en la limpieza de un terreno, rompió la tierra y descubrió el techo metálico de un autobús. Al profundizar, encontraron el autobús enterrado con 19 esqueletos de niños aún sentados en sus asientos, y un asiento vacío que desafiaba toda explicación. Dentro, se halló el cuaderno verde de Ellie Thurman, preservado milagrosamente por décadas. Sus páginas relataban cómo los niños habían permanecido vivos tras la desaparición, mientras eran sometidos a un proceso de “reprogramación” por adultos desconocidos.
Detective Monica Reyes, recién reasignada al caso, examinó cada detalle: los restos, los cuadernos y los registros originales del autobús. La evidencia era perturbadora: Harold Nash, el conductor, también fue encontrado muerto, víctima de un trauma contundente en la cabeza, mientras que el asiento vacío de Ellie permanecía intacto. Esto indicaba que alguien más había tomado control del autobús y que Ellie podría haber sobrevivido.
El cuaderno de Ellie narraba de manera escalofriante la vida dentro de ese autobús convertido en “aula” para experimentos de control conductual. Los niños eran numerados en lugar de llamados por su nombre, sometidos a aislamiento y observación, con referencias a figuras como “Mr. Harrow”, un especialista en comportamiento vinculado a Project Promise, un programa experimental de reeducación de jóvenes de los años 70. Las entradas detallaban cómo los niños eran seleccionados, controlados y obligados a cumplir con un proceso de “redirección”, dejando entrever un sistema organizado y deliberado, no un accidente.
La investigación reveló coordenadas antiguas que llevaban a una estructura subterránea: un túnel y un sótano con pequeñas puertas metálicas que servían como celdas o cubículos. Allí, Reyes encontró pertenencias de los niños, fotografías y zapatos, evidencia de que el lugar había sido un centro de detención y manipulación. Cada descubrimiento reforzaba la hipótesis de que el autobús y su contenido habían sido parte de un experimento clandestino que buscaba controlar y “reescribir” la conducta de los menores.
La reconstrucción de la ruta y los registros del autobús demostraron que, semanas antes de la desaparición, se añadieron paradas no registradas oficialmente, con códigos que no correspondían a ninguna dirección conocida. Esto sugiere que alguien había planificado cuidadosamente la desaparición y manipulación de los niños, asegurando que el público y las autoridades no tuvieran acceso a la verdad.
Lo más inquietante es que, mientras los restos de los demás niños fueron identificados, no se encontró ningún rastro de Ellie Thurman. Su asiento quedó vacío, y sus escritos describen claramente que logró escapar de la reclusión, siguiendo lo que llamó “la ruta hueca”. Ella había documentado cada paso de la operación, convirtiéndose en testigo y cronista del horror, dejando pistas que solo ahora comenzaban a comprenderse.
A través de la investigación, Reyes descubrió conexiones con antiguos miembros del Project Promise y con Thomas Harrow, un especialista en comportamiento. Los archivos encontrados en la casa abandonada de Harrow contenían registros psicológicos, informes de conducta y notas sobre los niños, incluyendo a Ellie, con advertencias sobre su resistencia a la manipulación y su capacidad para recordar y narrar los eventos, considerándola potencialmente “peligrosa” para quienes ejecutaban el experimento.
Finalmente, los registros del laboratorio forense confirmaron que el adulto hallado entre los restos era Harold Nash, lo que indicaba que él no había actuado solo. Esto reafirmaba que alguien más estaba a cargo del autobús y del destino de los niños, y que Ellie Thurman, la única que podría haber sobrevivido, había logrado escapar o estaba siendo protegida. La evidencia fotográfica de un trail camera mostraba una figura observando el sitio mucho después de la desaparición, reforzando la idea de que la vigilancia y el control habían continuado por años.
La revelación del autobús enterrado y el cuaderno de Ellie Thurman reabren uno de los casos más oscuros y escalofriantes de Georgia. La historia no solo habla de desaparición y muerte, sino de manipulación, experimentos conductuales y la resiliencia de una niña que documentó la verdad. Hoy, Detective Monica Reyes continúa la búsqueda de Ellie y de los responsables de aquel horrendo plan que convirtió un viaje escolar en un laboratorio de terror. Knox County finalmente enfrenta las sombras de su pasado, mientras el mundo observa cómo un misterio de décadas empieza a desentrañarse.
