
El teléfono sonó a altas horas de la noche, interrumpiendo el silencio. Al otro lado de la línea, una voz temblorosa, casi un susurro, me pedía ayuda. Era Jasmine, y las pocas palabras que logró articular rompieron mi corazón. Había encontrado un galgo, abandonado, al borde de la muerte, deambulando por las calles, buscando un rincón donde simplemente rendirse. Pero el destino, en su infinita y misteriosa sabiduría, había trazado un camino diferente para ella. Un camino que la llevaría a un lugar donde podría, por fin, renacer.
Todo comenzó cuando una familia se percató de algo inusual en su patio trasero. Un bulto inmóvil, casi invisible entre un montón de basura. Al acercarse, descubrieron con horror a un galgo, su cuerpo confundido con los desechos, sin vida, olvidado. Una mujer compasiva se apresuró a construir un refugio improvisado con tablas de madera para protegerla del sol abrasador. No sabía qué más hacer, así que nos llamó, con la esperanza de que pudiéramos llegar a tiempo. Cuando llegamos, mi corazón se encogió. La perra estaba terriblemente débil, inmóvil. Su cuerpo rígido, helado, estaba plagado de hormigas que le cubrían el rostro y millones de pulgas que se arrastraban por su piel.
La levanté con cuidado, su cuerpo inerte y helado, un peso ligero y frágil en mis brazos. El miedo me invadió, temiendo que no resistiera el viaje hasta el coche. “Por favor, no mueras de hipotermia”, susurré, mientras la acunaba con desesperación. El viaje hasta el veterinario se convirtió en la hora más larga de mi vida. Mis ojos se fijaron en su pecho, rogando que se levantara una y otra vez. Cada respiración que tomaba era una inyección de esperanza. Decidimos llamarla Santa Claus, porque, en cada sentido de la palabra, era una santa. Tenía solo 3 años, un galgo de caza, una vida llena de promesas, pero fue desechada como un objeto inútil. Su pata delantera estaba podrida hasta el hueso.
Le dimos el primer baño, un baño de dignidad. Debajo de la suciedad, la mugre y el abandono, había un alma que aún quería vivir. Hoy, su pasado doloroso ha quedado atrás. Un largo camino de sanación estaba a punto de comenzar. Tenía desnutrición severa, millones de pulgas, una pierna gangrenada que necesitaba ser amputada, un tumor, y sin embargo, ella luchaba por vivir. Ya había comenzado a recibir antibióticos y analgésicos. ¡Su pierna estaba carcomida por los gusanos y no había manera de salvarla! Santa estaba lista para su cirugía. Un ultrasonido reveló que también padecía de una piometra grave. Sus valores sanguíneos estaban por los suelos. Necesitaba urgentemente una transfusión. Su condición era extremadamente delicada, pero no nos rendiríamos.
Al día siguiente, nuestra pequeña enfrentó dos cirugías mayores. La primera, una ovariohisterectomía, y luego, la amputación de su pierna podrida. Ambas cirugías fueron un éxito rotundo, superando todas nuestras expectativas. El dolor que Santa había soportado durante tanto tiempo finalmente había desaparecido. Su pasado de crueldad y sufrimiento ahora era solo un recuerdo. Hoy, su viaje de curación ha comenzado. Santa brillaría, y su luz nos iluminaría a todos.
Finalmente, Santa recibió el alta del hospital. Ahora está en un hogar temporal, cálido y acogedor, para continuar su recuperación. Es una perra fuerte, con un corazón lleno de lucha. Su apetito ha regresado y cada día está más vivaz. La tranquilidad en sus ojos lo dice todo. El único desafío restante es aprender a caminar de nuevo, pero lo está intentando. Las pruebas revelaron que dio positivo a hepatozoon y ya está en tratamiento. Todavía estamos a la espera de tratar el tumor venéreo que tiene en la vulva. También sufre de un dolor intenso en el cuello y no puede levantar la cabeza. Los antiinflamatorios aún no la han ayudado. Una vez que esté más fuerte, le haremos más radiografías. También está a la espera de los resultados de las pruebas de toxoplasmosis y neospora. Pero a pesar de todo, come como una leona. Cada mirada que nos da está llena de gratitud.
Recibió su segunda sesión de quimioterapia. Estábamos muy preocupados, ya que el tumor le causaba un sangrado severo, por eso usa pañal. Afortunadamente, el sangrado se detuvo, y estamos preparándonos para su tercera sesión después de la prueba de sangre de esta semana. ¡Tercera quimioterapia! Para el dolor de cuello, toma pregabalina cada 12 horas. Quinta ronda de quimioterapia. Nuestra valiente perra sigue luchando. Estamos cada vez más cerca, y con cada paso, brilla más que el sol. Te amamos, Santa, más de lo que las palabras pueden expresar.
El médico la examinó, y el tumor se había ido. ¡Completamente desaparecido! Las lágrimas de alegría se convirtieron en vítores de esperanza. Hoy recibió su vacuna, porque ahora, está lista para vivir. Santa es un sol, y merece la familia que nunca tuvo, merece ser consentida cada día de su vida. La llevamos al veterinario para su chequeo. El médico nos confirmó que ahora está completamente sana. Corre libremente por el césped, su cola se mueve con alegría. Juega con otros perros como si nunca hubiera conocido el dolor. Sus ojos brillan, su corazón sanó. Santa se merece todo, y mucho más.
Una familia vio la desgarradora historia de Santa. Nos enviaron un correo electrónico, preguntando si podían adoptarla. Estaban llenos de emoción y esperanza. Hicimos la entrevista, y todo fue perfecto. El gran día llegó. Santa, finalmente, se fue a casa, a la vida más hermosa que jamás había conocido. Ahora, Santa vive una vida plena, rodeada de cuidados y amor. Está sana, feliz y, por fin, libre de dolor. Cada día corre, juega y sonríe como nunca antes. Se merecía esta segunda oportunidad en la vida, y está aprovechando al máximo cada instante.
Y aunque la vida en el refugio sigue teniendo sus desafíos, como una fuerte lluvia que nos dejó a todos empapados y cubiertos de lodo, los pequeños residentes nos recordaron lo más importante. No les importó el caos, chapotearon en los charcos con alegría, sus colas moviéndose con una risa en sus ojos. Nos recordaron que la felicidad puede florecer en los lugares más inesperados, incluso después de la tormenta.