PESADILLA EN EL LAGO COLINA: PAREJA DESAPARECIDA, CADÁVERES TIRADOS EN UNA ZONA INDUSTRIAL Y LA VERDAD DE UN MIEDO DESCABELLADO

El 22 de octubre de 2017, Ciudad Juárez, ya acostumbrada a crímenes horribles, se estremeció de nuevo. Un trabajador de la construcción que limpiaba un polígono industrial abandonado encontró dos pesadas bolsas de basura de construcción. Había algo inusual en ellas, una premonición fría le empujó a abrirlas. Lo que vio le hizo gritar de horror: dentro estaban los cuerpos de un hombre y una mujer. El espeluznante descubrimiento puso fin a la tenue esperanza de que la pareja desaparecida, Jessica West, de 29 años, y Thomas, de 33, siguieran con vida. También abrió una compleja investigación, revelando una verdad más atroz de lo que nadie podría haber imaginado.

La trágica historia comenzó el 17 de octubre, cuando Jessica y Thomas, amantes del senderismo y el aire libre, decidieron pasar un fin de semana tranquilo en el lago Colina, una joya escondida en el árido desierto del estado de Chihuahua. Prepararon su tienda, equipo y comida, prometiendo a su familia que volverían en unos días. La última foto que enviaron a sus seres queridos era la de ambos sonriendo ante una hermosa puesta de sol sobre el lago. El breve mensaje de texto “¡Es increíble, los quiero!” se convirtió en su despedida final.

Cuando el fin de semana pasó sin que regresaran y los teléfonos de ambos no respondían, la familia alertó a la policía. Inmediatamente se puso en marcha una búsqueda a gran escala. La policía encontró su coche en el aparcamiento al principio de un sendero que conducía al bosque, pero no había rastro de la pareja ni de su equipo de campamento. Un equipo de búsqueda, formado por decenas de voluntarios, rastreó la zona del lago Colina, pero todo fue en vano. No encontraron nada: ni tienda, ni mochilas, ni siquiera rastros de una hoguera. La pareja y sus pertenencias parecían haberse desvanecido por completo.

La policía barajó varias hipótesis. ¿Fue el ataque de un animal salvaje? Pero no había rastros de sangre ni ropa rota. ¿Se perdieron? Pero Thomas era un excursionista experimentado y siempre llevaban mapas y una brújula. Tampoco tenían motivos para huir. Una investigación sobre sus vidas personales y sus finanzas demostró que eran una pareja feliz y estable. Esto dejaba una única y más aterradora posibilidad: un asesinato. Pero, ¿quién atacaría a una pareja inocente en un lugar tan remoto y con qué propósito?

Toda esperanza parecía desvanecerse hasta que llegó la llamada de Ciudad Juárez. El caso se convirtió rápidamente en un asesinato. La autopsia confirmó que la causa de la muerte fueron heridas de bala. El asesino había actuado con rapidez y brutalidad, sin signos de una larga lucha. Pero la pregunta era, ¿por qué se encontraron sus cuerpos a decenas de kilómetros de la escena del crimen, en un polígono industrial? El cuidadoso método de mover y desechar los cuerpos sugería sangre fría y cálculo. El asesino no sólo mató, sino que también trató de borrar todas las pruebas.

La investigación volvió a estancarse. La policía no encontró ninguna pista en el polígono industrial. La zona era demasiado caótica, con cientos de camiones entrando y saliendo cada día. Las cámaras de seguridad tampoco registraron nada inusual. Volvieron al bosque, buscando cada centímetro para encontrar la escena del crimen, pero fue en vano. El asesino había sido demasiado cuidadoso, sin dejar ningún rastro.

Cuando toda esperanza parecía desvanecerse, los detectives decidieron volver al punto de partida: el aparcamiento donde se encontró el coche de la pareja. Volvieron a interrogar a todas las personas que habían estado allí el 17 de octubre. La mayoría de la gente no recordaba nada, a excepción de un anciano que solía venir aquí para observar aves. Él recordaba un pequeño detalle: una furgoneta del servicio forestal había estado aparcada allí durante mucho tiempo. No era nada inusual, pero recordaba haber visto al guardabosques hablando con una pareja junto a su coche.

Esta pista abrió una nueva línea de investigación. La policía solicitó de inmediato una lista de los guardabosques que habían patrullado la zona ese día. El nombre de Stephen, un guardabosques de 42 años con 15 años de experiencia y una reputación intachable, fue el objetivo. Al principio, Stephen no parecía un asesino. Sus compañeros lo describieron como un hombre tranquilo y responsable que conocía el bosque como la palma de su mano. Pero los detectives decidieron hablar con él de todos modos.

Stephen confirmó con calma que había conocido a la pareja. Dijo que les había advertido que la zona estaba cerrada temporalmente por trabajos de construcción. La historia sonaba plausible, pero la ansiedad evidente en su rostro y sus manos temblorosas no se le escapó a los experimentados detectives.

Con una orden de registro, la policía regresó a la casa de Stephen. Todo dentro de la casa era normal, sin rastro del crimen. Su última esperanza era la furgoneta de trabajo. Y fue allí donde se reveló la horrible verdad. Debajo de una lona, la policía encontró las mochilas, sacos de dormir y equipo de campamento de Jessica y Thomas. Al ver que sus pertenencias habían sido descubiertas, Stephen se derrumbó. Fue arrestado de inmediato.

En la sala de interrogatorios, Stephen finalmente confesó su crimen. Su motivo no era el odio ni el dinero, sino un miedo extremo. Stephen había estado talando ilegalmente madera valiosa, aprovechando su posición y su conocimiento del bosque. El fatídico día, mientras transportaba la madera, se encontró con Jessica y Thomas. Preso del pánico, pensó que habían visto su actividad ilegal. Cuando vio a Jessica con su teléfono móvil tomando fotos, su paranoia se disparó. Stephen pensó que ella estaba tomando pruebas para denunciarlo. El miedo a perder su trabajo, su casa, su libertad, lo cegó. En un momento de locura, usó su pistola para dispararles y matarlos.

Después del crimen, con el conocimiento de un guardabosques, Stephen borró todo rastro en la escena, moviendo los cuerpos y las pertenencias de las víctimas. Tiró los cuerpos en un polígono industrial abandonado, con la esperanza de que fueran enterrados bajo toneladas de escombros. Pero el hecho de que se quedara con sus pertenencias en su furgoneta se convirtió en la prueba innegable que selló su destino.

Stephen West fue condenado a 45 años de prisión. Una romántica historia de amor terminó en tragedia debido a la paranoia y el miedo descabellado de un hombre, que eligió ocultar un crimen menor cometiendo uno mucho más atroz.

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