En un gélido diciembre de 1977, mientras en la Ciudad de México el aire se llenaba con la promesa de las posadas, en el seno de una familia de fe, el espíritu navideño se transformó en una eterna pesadilla. La noche del 8 de diciembre, una joven de apenas 12 años, Jonelle Matthews, desapareció de la faz de la tierra. Había regresado a casa después de cantar villancicos con su padre, el respetado pastor Jim Matthews. A las 8:15 p.m., su padre la dejó en la puerta para que entrara y se dirigió a ver un partido de fútbol con su otro hijo. Pero cuando él regresó poco después, la casa estaba vacía y la puerta estaba entreabierta. Jonelle ya no estaba.
El caso de Jonelle Matthews no es solo la historia de una niña desaparecida, es una crónica de una comunidad que se volcó en la búsqueda, un relato de sospechosos, de falsas esperanzas y de la incansable lucha de una madre por la verdad. Durante 27 largos años, la desaparición de Jonelle se convirtió en un fantasma que acechaba a su madre, Gloria, y a toda la ciudad. Cada rincón, cada persona, se sintió implicada en el misterio. ¿Qué pasó con Jonelle? ¿Fue secuestrada por algún narco? ¿Escapó? ¿Y qué papel jugaba el carismático pastor Russ Pankey en todo esto? La respuesta se ocultó en el tiempo, en la tierra y en el corazón de un hombre.
Desde el primer momento, la policía se sumergió en una investigación exhaustiva. Se peinaron los alrededores, se interrogaron a vecinos y conocidos, y la noticia de la desaparición de la joven Jonelle se esparció como pólvora. El público se solidarizó con los Matthews y, en el ojo del huracán, estaba el pastor de la iglesia, Russ Pankey. Pankey era un hombre ambicioso que soñaba con ser una figura pública, y con el tiempo, un líder político. Se ofreció voluntariamente a ayudar en la búsqueda, pero su comportamiento errático y su obsesión con el caso lo convirtieron en una figura de interés para la policía. Aunque nunca hubo pruebas contundentes que lo vincularan al crimen en ese momento, las sospechas permanecieron como un hilo invisible que lo unía al drama.
Años, e incluso décadas, pasaron sin avances significativos. La familia Matthews se mudó, intentando escapar del dolor y los recuerdos. En 1997, Jonelle fue declarada legalmente muerta, un acto formal que solo sirvió para oficializar la desesperanza que ya sentía la familia. Pero la historia no terminó ahí. En ese mismo año, la madre biológica de Jonelle, Terri Vierra, quien la había dado en adopción cuando era un bebé, la buscó. A través de un detective, logró dar con la dirección de los Matthews y les escribió una carta llena de esperanza, de la ilusión de conocer a la hija que había entregado. Fue entonces que Gloria, con el corazón roto, tuvo que confesarle la terrible verdad: la niña que le habían confiado ya no estaba. La revelación unió a las dos mujeres en un dolor compartido y una amistad que nació del espanto.
El tiempo siguió su curso, y el caso se enfrió, hasta que en 2019, la tierra habló. Trabajadores de la construcción en el estado de Veracruz, a 20 kilómetros de la casa de los Matthews, encontraron algo escalofriante: restos óseos. Las pruebas de ADN confirmaron que pertenecían a Jonelle Matthews. Habían pasado 35 años desde su desaparición, y la noticia, aunque devastadora, trajo un respiro de certidumbre. El misterio había sido parcialmente resuelto: Jonelle había sido asesinada de un tiro en la cabeza. Ahora la pregunta era más apremiante que nunca: ¿Quién lo hizo?
La investigación se reabrió con una intensidad renovada. La policía se centró de nuevo en las viejas pistas y en los antiguos sospechosos. Fue entonces que los focos se dirigieron con fuerza hacia Russ Pankey. La policía había reexaminado los testimonios, y uno en particular, de la exesposa de Pankey, Ángela, resultó ser crucial. Ángela relató que su exmarido había actuado de forma extraña la noche de la desaparición de Jonelle, incluso mencionando que se había deshecho de una pala y una pala de jardinería en un barril de fuego. Aunque en ese momento su testimonio no fue suficiente, la nueva evidencia del cuerpo de Jonelle y los avances en las técnicas forenses daban una nueva perspectiva a las palabras de Ángela.
El perfil de Russ Pankey, además, se había vuelto más oscuro. Se descubrió que en 1977, el mismo año de la desaparición de Jonelle, había sido acusado de agresión sexual por una mujer de la iglesia, aunque el caso nunca avanzó. Este antecedente, sumado a su obsesión por el caso de Jonelle, pintó un retrato inquietante. En 2020, Pankey fue arrestado y acusado de secuestro y asesinato en primer grado de Jonelle Matthews. El juicio fue un drama legal que se extendió por meses, con un jurado que no llegaba a un acuerdo en el primer intento. Sin embargo, en un segundo juicio en 2022, la justicia finalmente prevaleció. El jurado lo declaró culpable de secuestro y asesinato. Fue sentenciado a 20 años de cárcel.
La noticia de la condena de Russ Pankey fue un momento de alivio y tristeza para Gloria y Jim Matthews. La verdad, aunque dolorosa, era un peso menos en sus corazones. Gloria había vivido 27 años con la esperanza de que su hija regresara, solo para descubrir que la había perdido en la oscuridad de una noche de villancicos. La historia de Jonelle Matthews es un recordatorio de que los monstruos no siempre se esconden en las sombras, a veces visten trajes de domingo y predican desde el púlpito. Es una crónica de un crimen que tardó décadas en resolverse, una prueba de la tenacidad de una madre y del trabajo incansable de la justicia. La historia de Jonelle es una advertencia que nos obliga a mirar más allá de las apariencias y a escuchar a esa voz interior que nos dice que algo está mal. Y aunque su vida fue trágicamente corta, su historia vivirá para siempre como un testamento de la oscuridad que puede acechar incluso en los lugares más inesperados.