El 16 de julio de 2016, tres adolescentes de Cres City, California, decidieron pasar un sábado explorando los antiguos caminos del Parque Nacional Redwood. Ethan Parker, de 17 años, Madison Wilson, de 16, y Jacob Lee, de 17, conocían el bosque lo suficiente como para sentirse seguros, pero también lo bastante como para que lo desconocido les resultara fascinante. Equipados con mochilas, agua y bocadillos, dejaron notas a sus padres y se adentraron en un camino forestal olvidado por las empresas madereras décadas atrás.
Tras dos horas de caminata, Ethan notó algo extraño entre las enormes secuoyas: una forma rectangular cubierta de musgo y parcialmente oculta por una lona caída. Al acercarse, descubrieron una furgoneta Dodge Ram Van blanca, enterrada entre la vegetación, con las ruedas hundidas y las ventanas empañadas por la suciedad. Los candados oxidados de las puertas parecían haber sido colocados con la intención de ocultar lo que había dentro.
La curiosidad pudo más que la precaución. Jacob tardó cerca de veinte minutos en forzar uno de los candados hasta abrirlo. Al abrir la puerta lateral, un olor a humedad y algo indefinible golpeó sus sentidos. El interior estaba vacío, salvo por hojas caídas y musgo acumulado. En el extremo más alejado encontraron una mampara de madera que escondía un congelador industrial y un generador de gasolina seco.
Ethan levantó la tapa del congelador, y lo que vio hizo que los tres retrocedieran gritando. Dos cuerpos envueltos en sacos de dormir y capas de plástico grueso se encontraban allí, momificados por el tiempo. Uno de los cuerpos femeninos llevaba un medallón con el nombre “Daniela”. El horror y la confusión los paralizó, y solo cuando lograron reaccionar corrieron por el bosque hasta que su teléfono captó señal para llamar a la policía.
La llegada de los agentes y forenses horas después convirtió el bosque en una escena de investigación meticulosa. Cada detalle fue registrado, y los cuerpos fueron extraídos para su examen. La doctora Elizabeth Chen descubrió que la combinación de frío y humedad había momificado naturalmente los cuerpos, pero el hallazgo más inquietante eran los arañazos en la tapa del congelador: alguien había intentado sobrevivir mientras estaba encerrado.
El detective Mark Holloway comenzó la investigación. Los medallones y documentos permitieron identificar a los fallecidos como Trevor Miller y Daniela Cruz, desaparecidos en agosto de 2006 durante un viaje a la zona. La última señal de sus teléfonos confirmaba que habían estado explorando los senderos abandonados de Redwood justo antes de desaparecer.
El hallazgo de los adolescentes había reabierto un caso que llevaba diez años sin resolverse, revelando que la aparente tranquilidad del bosque escondía un secreto escalofriante.
La investigación del caso tomó un rumbo sorprendente. El detective Mark Holloway comenzó revisando los archivos de personas desaparecidas en la región, centrándose en la pareja identificada como Trevor Miller y Daniela Cruz. Sus familias, devastadas por la espera de diez años, proporcionaron muestras de ADN para la confirmación definitiva. Los resultados fueron concluyentes: los cuerpos encontrados en la furgoneta pertenecían a ellos.
Los registros de llamadas y mensajes revelaron los últimos momentos de la pareja. El último mensaje de Daniela a su hermana el 19 de agosto de 2006 indicaba que estaban explorando caminos menos turísticos del bosque para tomar fotografías. La última señal de su teléfono fue captada cerca de Crescent City, y la cámara de Daniela contenía fotos que mostraban majestuosas secuoyas, la furgoneta aparcada y sonrisas despreocupadas de Trevor. Pero después de las 14:48, no hubo más actividad.
El examen forense arrojó detalles escalofriantes. Los cuerpos no presentaban signos de violencia externa, ni fracturas, ni heridas de arma blanca o fuego. Sin embargo, la deshidratación y la hipotermia fueron fatales. La doctora Chen explicó que la combinación de frío prolongado, falta de agua y alimentos causó un fallo progresivo de los órganos. Los arañazos encontrados en la tapa del congelador sugerían que al menos uno de ellos aún estaba vivo cuando fueron encerrados, pero demasiado débil para resistir.
El detective Holloway analizó el escenario de la furgoneta. Dentro se encontraron los sacos de dormir en los que estaban los cuerpos, botellas de agua vacías, latas de conserva y un hornillo de camping, pero faltaban llaves, carteras, teléfonos y documentos de la pareja. En el parachoques trasero se hallaron arañazos y restos de pintura azul oscuro, lo que indicaba contacto con otro vehículo y la posible presencia de un tercero.
La investigación llevó a un sospechoso: Raymond Delvin, un hombre de 64 años que vivía como ermitaño a unos 12 km del lugar del hallazgo. Su camioneta Chevrolet Silverado azul oscuro coincidía con la pintura encontrada en la furgoneta. Delvin tenía antecedentes por agresión y era conocido por su carácter reservado. Durante el primer acercamiento policial, negó conocer a la pareja y accedió a que se inspeccionara su camioneta.
El análisis forense confirmó las sospechas. Bajo pintura reciente del parachoques de Delvin se encontraron rastros microscópicos de la pintura de la furgoneta de Trevor y Daniela. Además, en la caravana se hallaron llaves de la Dodge Ram Van y permisos de conducir a nombre de la pareja. Las evidencias vinculaban directamente a Delvin con la desaparición y muerte de Trevor y Daniela.
El interrogatorio inicial fue infructuoso; Delvin se acogió a la Quinta Enmienda. Sin embargo, al enfrentar la acumulación de pruebas —llaves, documentos, pintura y ADN—, comenzó a relatar su versión de los hechos: aquel 19 de agosto de 2006 había ayudado a la pareja que se había quedado atascada en la furgoneta, les ofreció comida y refugio en su caravana y les dio un somnífero para robar sus pertenencias sin que se resistieran. Según él, la tormenta y la bajada de temperatura provocaron la muerte de ambos en el congelador. En pánico, ocultó los cuerpos y bloqueó la furgoneta, creyendo que estaba evitando un crimen mayor.
Aunque Delvin insistía en que no había tenido intención de matar, los expertos determinaron que su acción constituía asesinato: colocar a dos personas inconscientes en un congelador durante horas en condiciones extremas equivalía a un desprecio absoluto por la vida humana.
El juicio contra Raymond Delvin comenzó en abril de 2017 y rápidamente se convirtió en un caso de gran interés público. La fiscalía presentó pruebas contundentes: las llaves y documentos de Trevor y Daniela encontrados en la caravana de Delvin, los restos de pintura en su camioneta que coincidían con la furgoneta blanca, el análisis de ADN y el testimonio de los expertos forenses. Cada detalle reforzaba la responsabilidad directa de Delvin en la muerte de la pareja.
La defensa intentó argumentar que Delvin no tenía intención de matar, que se trató de un accidente provocado por el pánico y las malas decisiones bajo el efecto del alcohol y los somníferos. Sin embargo, el jurado no encontró creíble su versión. Meter a dos personas inconscientes en un congelador durante horas, en pleno bosque y con bajas temperaturas, constituía un acto de extrema negligencia y desprecio por la vida humana.
El 22 de mayo de 2017, Delvin fue declarado culpable de dos homicidios en segundo grado, robo y ocultación de pruebas. El juez lo condenó a dos penas consecutivas de 25 años sin derecho a libertad condicional, lo que en la práctica significaba cadena perpetua para un hombre de 65 años. Los cuerpos de Trevor y Daniela fueron entregados a sus familias y los funerales se celebraron en Portland, donde sus seres queridos pudieron despedirse. Robert Miller, padre de Trevor, destacó que su hijo y Daniela habían emprendido un viaje lleno de sueños y esperanzas que les fue arrebatado por la codicia y cobardía de otra persona.
El hallazgo también tuvo un profundo impacto en los adolescentes que descubrieron la furgoneta. Ethan Parker admitió haber tenido pesadillas durante meses; Madison Wilson dejó de explorar lugares abandonados por miedo a la muerte; Jacob Lee reflexionó sobre la fragilidad de la vida y lo rápido que alguien puede desaparecer. Su acción, sin embargo, fue decisiva para resolver un caso de una década.
Además, la historia de Trevor y Daniela generó cambios en el Parque Nacional Redwood. Se reforzó la vigilancia de los senderos abandonados, se colocaron carteles de advertencia y se recomendó a los visitantes registrarse con los guardabosques antes de adentrarse en zonas remotas. La policía también creó un grupo especial para revisar desapariciones sin resolver en los últimos 30 años, aunque los resultados fueron modestos.
El caso de James y Carol Harrison, desaparecidos en 2003, quedó oficialmente sin resolver, aunque muchos investigadores sospechan que Delvin pudo haber estado involucrado. Raymond Delvin cumple su condena en la prisión estatal de Pelican Bay, aislado, sin visitas y sin contacto con los medios. En 2019, envió una carta reafirmando su versión de los hechos y pidiendo perdón, pero reconociendo que no lo merecía.
El hallazgo de la furgoneta blanca en Mil Creek Access Road se convirtió en una advertencia eterna sobre los peligros que pueden esconderse en los lugares más remotos, y sobre cómo un simple acto de curiosidad puede cambiar para siempre la vida de quienes lo cometen. La memoria de Trevor y Daniela permanece, recordando a todos la fragilidad de la vida y la importancia de la justicia.