Cuando la muerte trae un aliado: la historia aterradora de Sofía y su guardián espectral

El repiqueteo de la lluvia contra los cristales acompañaba nuestra cena, una melodía monótona que contrastaba con las risas de mi hija Sofía mientras le contaba su día a la abuela. Mi esposa, Laura, sonreía por encima de la mesa, acariciando su vientre con un gesto que nos daba consuelo y calma. Todo parecía en paz. Una paz frágil, lista para romperse.

Y estalló con la vibración del teléfono.

Era un número desconocido. La voz al otro lado era fría, profesional.
—Hablo en relación a Marcos Varela… su mejor amigo de la infancia, ¿verdad, señor Arturo?
—Sí… —musité, con un nudo en la garganta.
—Ha fallecido. Fue un accidente. El funeral es mañana.

Marcos. Mi compañero de infancia, aquel con quien habíamos hecho promesas en la oscuridad de nuestra casa del árbol, jurándonos siempre estar juntos, incluso más allá del final.

Colgué y un silencio abrumador se instaló en la mesa. Laura me miró preocupada:
—¿Qué pasa, Arturo?
—Marcos… ha muerto.

Mi madre rompió el silencio con su voz firme:
—Cuando vayan a lugares así, recuerden algo: sacúdanse el polvo antes de entrar a casa. No vaya a ser que traigan consigo algo más.

Pensamos que eran solo supersticiones… hasta que comenzaron los sucesos extraños.

En la casa, Sofía empezó a tener pesadillas horribles. Se despertaba gritando, describiendo a un hombre empapado, de pie al final de su cama, que no hablaba pero la miraba con tristeza infinita. Laura sentía un frío que calaba los huesos, y pronto los mareos y la fatiga comenzaron a atormentarla.

Una noche, un grito de mi madre nos despertó. Allí, en el pasillo, estaba la figura de un hombre alto, empapado, con ropa desgarrada… y me buscaba a mí. Su rostro era el de Marcos en el día del accidente. Pero Isabel, mi madre, comprendió de inmediato:
—No es él. Él no es el peligro.

Se acercó lentamente al espectro mientras señalaba hacia la habitación de Sofía. La verdad aterradora emergió: algo oscuro se había adherido a nosotros desde el cementerio, buscando un cuerpo joven, un alma nueva. Sofía había sido el recipiente perfecto.

Marcos, nuestro amigo fallecido, apareció como protector. No atacó ni luchó; simplemente se colocó entre nosotros y la entidad maligna, absorbiendo su furia. Mientras Isabel rezaba, Laura abrazaba a Sofía y yo la llamaba por su nombre. La entidad gritó, un sonido inhumano que quebró un espejo.

Finalmente, la oscuridad desapareció. Sofía respiró profundamente, liberada de la influencia maligna. Marcos nos dedicó su última sonrisa antes de disolverse con la luz de la mañana. La casa estaba en silencio, pero esta vez, un silencio lleno de paz. Aprendimos que incluso la muerte puede traer un aliado inesperado, que el polvo puede esconder tanto peligro como protección, y que los lazos de amistad y familia son más fuertes que cualquier oscuridad.

Related Posts

Our Privacy policy

https://tw.goc5.com - © 2025 News