El misterio de Andrew Blake: del sendero al barril enterrado y el oscuro secreto del Parque Olympic

En agosto de 2014, Andrew Blake, un ingeniero civil de Portland, Oregon, desapareció sin dejar rastro en el corazón del Parque Nacional Olympic, uno de los paisajes más salvajes y enigmáticos de Estados Unidos. Tenía 42 años, experiencia en decenas de excursiones y todo el equipo necesario para sobrevivir en la montaña. Aquella vez, su plan era recorrer el valle del río Hoh hasta alcanzar un glaciar al pie del Monte Olimpo. Nunca regresó.

El operativo de búsqueda fue inmediato. Su esposa, Catherine, dio la alerta apenas un día después de que Andrew no apareciera en casa. Voluntarios, helicópteros y perros rastreadores recorrieron cada rincón durante semanas. Lo único que hallaron fue su campamento: la tienda perfectamente desmontada, el saco de dormir enrollado, la comida intacta. Todo estaba en orden, salvo la ausencia de Andrew, su mochila, sus botas y su teléfono satelital. No había señales de lucha ni rastro alguno más allá de cincuenta metros. El misterio estaba servido.

Durante años, la versión oficial fue que Andrew había caído en un río o en una grieta imposible de localizar. Su familia jamás se conformó con esa explicación. Su hermano, David Blake, organizó búsquedas privadas y alimentó la esperanza de encontrar respuestas. Pasaron nueve años de silencio… hasta octubre de 2023.

Tras lluvias torrenciales, un desprendimiento de tierra dejó al descubierto un barril metálico industrial enterrado en una ladera. Los trabajadores que lo encontraron pensaron que sería equipo antiguo. Pero al abrirlo, el hedor de la descomposición los derribó. Dentro estaban los restos de Andrew Blake, identificados por un implante quirúrgico y pruebas de ADN. Lo más aterrador: su esqueleto estaba envuelto en una gruesa cadena.

La investigación dio un giro aún más macabro cuando los forenses descubrieron huellas dactilares en la tapa interior del barril. No eran de Andrew. Pertenecían a Robert Hawkins, un guardabosques veterano del parque que incluso había participado en la búsqueda de 2014. Su expediente escondía un dato inquietante: en los años 90 había sido condenado por secuestro y cumplido siete años de prisión antes de rehacer su vida en Washington.

La detención de Hawkins, de 63 años, sacudió a la comunidad. La policía registró su casa y halló cadenas idénticas a la encontrada con los restos. Pero no había pruebas definitivas que lo vincularan con un homicidio. Su abogado alegó que Hawkins pudo haber manipulado el barril años antes y que alguien más lo utilizó. El caso comenzó a estancarse.

Fue entonces cuando David Blake tomó la iniciativa. Con la ayuda de un investigador privado, entrevistó a antiguos compañeros de Hawkins, cazadores locales y habitantes de la zona. Descubrieron un patrón inquietante: cada pocos años, en las áreas más remotas del parque, desaparecían excursionistas o aparecían animales salvajes despedazados de forma anormal. Y casi siempre coincidía con patrullajes o vacaciones de Hawkins.

Un cazador de la tribu Quillute describió haber visto, junto a su hijo, una criatura imposible: un ser delgado, peludo en partes, con brazos desproporcionados, garras enormes y una cabeza alargada repleta de dientes afilados. Días después, halló huellas de botas humanas junto a las del monstruo. Años más tarde, reconocería a Hawkins como alguien que solía rondar esos lugares.

El rompecabezas parecía retorcido. ¿Era Hawkins un asesino, un encubridor o un guardián de algo más siniestro? Documentos revisados mostraban huesos de Andrew con marcas extrañas, como si hubieran sido rasgados por garras. El detalle del campamento perfectamente ordenado también levantó dudas: ¿y si no fue Andrew quien guardó su tienda y comida, sino algo que lo imitó?

La presión sobre Hawkins creció. Durante un interrogatorio, no admitió culpa, pero dejó escapar una frase helada: “No entienden. Solo intentaba mantener el equilibrio”. Pocos días después, se quitó la vida en su celda, llevándose todos sus secretos consigo.

El caso fue cerrado oficialmente, con Andrew reconocido como víctima de un homicidio no resuelto. Sin embargo, su historia quedó marcada por las incógnitas. ¿Fue realmente asesinado por un hombre, o cayó en las garras de algo que la naturaleza esconde en sus rincones más oscuros? ¿Y quién era en realidad Robert Hawkins: un criminal encubridor, o un vigilante que creía proteger al mundo de un terror mayor?

Para la familia Blake, las respuestas nunca llegarán. Pero lo ocurrido ha convertido el caso en una de las leyendas más perturbadoras de los parques nacionales: la historia de un hombre desaparecido, un barril enterrado y un secreto que, tal vez, debería haber permanecido oculto bajo la tierra.

Related Posts

Our Privacy policy

https://tw.goc5.com - © 2025 News