El 12 de abril de 2001, Marcus Hail, un agente del FBI con 12 años de servicio impecable y un historial intachable, desapareció sin dejar rastro durante una misión aparentemente rutinaria en Montana. Conocido por seguir protocolos al pie de la letra y mantener un perfil bajo, Hail nunca buscó protagonismo. Sin embargo, lo que comenzó como un caso de bajo perfil, enviado normalmente a agentes novatos para investigar vandalismo y posibles ocupantes ilegales en un búnker abandonado cerca de Blackpine Ridge, se convertiría en un misterio que desafía la lógica y la comprensión humana.
Hail partió desde Bozeman a las 10:42 a.m., haciendo una breve parada en Great Falls donde fue registrado comprando café y chicles. Después de eso, desapareció. Su SUV fue hallado horas después, en un sendero aislado con el motor encendido, la puerta del conductor abierta y sin rastros de lucha, huellas o su equipaje. Dos ruedas estaban hundidas en un pequeño zanjón helado, mientras las otras apenas tocaban la nieve de primavera. Dentro del vehículo, su placa, arma de servicio y cuaderno permanecían intactos, con una sola palabra escrita en la primera página de su cuaderno: “Sur”.
El hallazgo dejó perplejos a las autoridades locales y a la propia familia. Su esposa, Leah Hail, intentó comunicarse con la oficina del FBI, pero recibió respuestas vagas y contradictorias. Al tercer día, el SUV fue retirado del lugar sin que se emitiera alerta pública ni se permitiera el acceso a la investigación. La desaparición de Hail se clasificó en secreto, y sus registros de viaje, radio y comunicación fueron eliminados o sellados bajo un nivel de seguridad superior al de sus supervisores.
Antes de desaparecer, Hail había mostrado cambios significativos en su comportamiento. Agentes cercanos notaron su aislamiento, la obsesión con archivos clasificados de diversas agencias, incluso fuera de su división, y referencias repetidas a algo llamado “Protocolo Scepter”. Documentos y cuadernos encontrados más tarde por Leah revelaron coordenadas, nombres, códigos y referencias crípticas a instalaciones clasificadas, todas relacionadas con investigaciones que desafiaban el conocimiento común.
La evidencia indica que seis meses antes de su desaparición, Hail comenzó a investigar instalaciones militares y científicas que, oficialmente, estaban desactivadas. Una de ellas, Echo 9, estaba catalogada como un sitio de almacenamiento de anomalías biológicas, y según los registros filtrados, sufrió una violación de contención en marzo de 2001. El informe recomendaba enviar a Hail para una “reentrada silenciosa”, dejando claro que su misión no era investigar, sino limpiar evidencia de lo ocurrido. Según los archivos, los individuos expuestos a los experimentos podrían ser silenciados o desaparecidos si persistían en el contacto.
Durante los meses posteriores a la desaparición, Leah enfrentó vigilancia constante y hostigamiento. Vans negras y blancas aparecían frente a su casa, cortes de electricidad y fallas en las comunicaciones la aislaban del mundo exterior. Cada intento de seguimiento o búsqueda era bloqueado o desviado por agentes no identificados.
En su investigación, Leah descubrió registros de la instalación Echo 9, informes clasificados y un USB dejado por Marcus con grabaciones de audio. En ellas, Hail relataba los hallazgos: generadores activos, celdas de contención violadas, estructuras que parecían “plegarse” sobre sí mismas, y una sensación constante de trampa. Los audios terminaban con advertencias claras: no confiar en la historia oficial y entender que su propia seguridad estaba comprometida.
A medida que Leah reconstruía la ruta de Marcus por Montana, identificó un sitio denominado Outpost Theta, un antiguo refugio militar de la era de la Guerra Fría, supuestamente desactivado. Sin embargo, señales recientes de energía y actividad subterránea sugerían lo contrario. Una exploración posterior reveló un claro circular, con tierra quemada y restos metálicos retorcidos, como si alguien hubiera intentado borrar cualquier evidencia de lo que allí ocurrió. Entre los hallazgos, Leah encontró una placa de acero que confirmaba la relación con el Departamento de Energía y su vinculación directa con los últimos movimientos de Marcus.
Leah finalmente localizó a un contacto conocido como Rook, un excontratista de inteligencia que le confirmó que Echo 9 no estaba abandonado, sino en estado de “dormancia”, y que Marcus estaba siguiendo una misión más profunda que la pública. La instalación no solo albergaba experimentos biológicos, sino que funcionaba como un filtro de fenómenos que el gobierno no estaba dispuesto a revelar, con protocolos diseñados para borrar evidencia, memorias y, si era necesario, personas.
Documentos y correos filtrados confirmaban la existencia de organismos diseñados para replicarse y estructuras de contención diseñadas para experimentar con anomalías cognitivas y biológicas. Los protocolos llamados “Crypsis” detallaban medidas extremas de supresión, aislamiento y reestructuración narrativa para cualquier persona que hubiera estado en contacto con material biológico no autorizado, explicando la desaparición de Hail y la hostilidad hacia Leah.
Hoy, la historia de Marcus Hail sigue siendo uno de los mayores misterios del FBI: un agente desaparecido, archivos borrados, instalaciones secretas y protocolos de supresión que muestran hasta qué punto se puede llegar para ocultar la verdad. Su esposa, Leah, se convirtió en la única testigo y cronista de estos eventos, revelando fragmentos de una operación que combinaba ciencia, secreto y peligro extremo, dejando abierta la pregunta: ¿Qué vio Marcus Hail que lo convirtió en un objetivo de “borrado”?
Su historia, hasta hoy, sigue siendo un recordatorio de que algunas verdades nunca deben ser contadas, pero tampoco pueden permanecer totalmente ocultas.