El 16 de junio de 2012, tres jóvenes universitarios —Kevin Hartman, 20 años; Alyssa Gordon, 19; y Preston Gil, 19— emprendieron un viaje de mochilero en el Parque Nacional Yusede, California, buscando aventura y la belleza natural que tanto amaban. Lo que comenzó como un escape de la rutina pronto se convirtió en un misterio que dejaría a sus familias sumidas en la desesperación durante más de una década.
Kevin, apasionado por la fotografía, soñaba con capturar el mundo a través de su lente. Alyssa era una joven enérgica, con una risa contagiosa que iluminaba cualquier lugar. Preston, tranquilo y observador, encontraba en la naturaleza su refugio y su fuente de inspiración artística. Unidos por la amistad desde la infancia, los tres planeaban una excursión de tres días por la zona remota del río Merced, con un punto de encuentro acordado con el padre de Kevin, Lawrence Hartman.
Los primeros días del viaje transcurrieron con normalidad. Mensajes breves informaban sobre paisajes impresionantes y la emoción de la travesía. Sin embargo, el 14 de julio cesaron las comunicaciones. Lawrence Hartman llegó al punto de encuentro, solo para encontrar que los jóvenes habían desaparecido sin dejar rastro. Se inició una operación de búsqueda masiva con helicópteros, perros rastreadores y equipos de rescate, pero los días se convirtieron en semanas y la incertidumbre devino en desesperación.
Las familias vivieron noches interminables, alternando la esperanza y el temor. A pesar de los esfuerzos de los equipos de rescate y del exhaustivo seguimiento de las rutas planificadas por los estudiantes, la naturaleza indomable de Yusede —sus acantilados, densos bosques y ríos caudalosos— obstaculizó cada intento de hallarlos. Los primeros indicios de accidente, ataques de fauna o desaparición voluntaria fueron descartados, pues nada en el comportamiento de los jóvenes sugería tal posibilidad. La frustración de los investigadores aumentaba mientras el tiempo pasaba y la vida seguía su curso en la superficie, dejando tras de sí un vacío lleno de preguntas sin respuesta.
Con el paso de los años, el caso cayó en el olvido mediático. Sin embargo, en la primavera de 2023, un grupo de excursionistas hizo un descubrimiento que cambiaría la historia: una tienda colapsada y semienterrada junto al río Merced. Dentro encontraron una camiseta manchada de sangre y un diario con un mensaje inquietante: “Nos persiguen hombres”. Por primera vez en 11 años, emergieron pistas concretas que apuntaban a un posible acto de violencia, desviando la investigación de la hipótesis de accidente hacia la de un crimen.
La policía y los expertos forenses trabajaron con diligencia. El análisis de ADN confirmó que la sangre pertenecía a Kevin Hartman. El diario, cuidadosamente preservado, revelaba la angustia de los jóvenes en sus últimos momentos. La investigación reabierta apuntó hacia Marcus Weller, un guía local que había contactado a los estudiantes antes de su viaje. Inicialmente negando su implicación, Weller finalmente admitió que los había conducido a un área controlada por cultivadores de marihuana ilegales, quienes, al confundirlos con intrusos, los atacaron. Preston intentó defenderse cortando la tienda, pero la confrontación terminó en tragedia: los tres fueron asesinados y enterrados en tumbas poco profundas.
Durante el juicio, Weller se declaró culpable de tres cargos de encubrimiento de asesinato y ofreció disculpas a las familias. Su testimonio permitió localizar los restos de Kevin, Alyssa y Preston, brindando finalmente una forma de cierre a los seres queridos. La recuperación de sus pertenencias personales —la cámara de Kevin, el collar de Alyssa y el cuaderno de dibujos de Preston— permitió a las familias conservar la esencia de sus hijos y rendirles homenaje.
El caso dejó un impacto duradero en la gestión del parque: se implementaron patrullajes más estrictos, regulaciones más severas para guías de excursiones y campañas de concienciación sobre seguridad en la naturaleza. Además, las familias crearon un fondo de becas en honor a sus hijos, apoyando a jóvenes fotógrafos, artistas y aventureros, transformando su tragedia en un legado positivo.
Finalmente, después de 11 años de incertidumbre, las familias encontraron la tan ansiada paz. La historia de Kevin, Alyssa y Preston permanece como un recordatorio sombrío de la fragilidad de la vida, la imprevisibilidad de la naturaleza y la importancia de la esperanza, el amor y la memoria en tiempos de adversidad.