
El hueso estaba pulido. Limpio. Brillaba bajo el débil sol filtrado por el quemado bosque de Oregón. No era una astilla. Era un fémur humano, y el guardabosques, JAKE, lo sabía.
Jake se agachó. El aire era pesado, quieto. Un silencio antinatural. Aquí, en el claro del arroyo CCO, cerca de la carreterea 4103, el frío era un puño en el pecho a pesar de la hora. No había pájaros. Solo ceniza y la madera negra de los troncos. Jake sentía el escozor. Quince años de servicio. Quince años de cazadores perdidos.
2014. Paul Rener. Desapareció aquí. Jake recordó el arco, la flecha montada, apoyado en el tocón. Luego, el rastro de arrastre. No había sangre. El rastro se detenía en una roca. Fin.
Jake sintió el viejo resentimiento. Las caras de la oficina: “Perdido en el terreno”. Una mentira cómoda.
Se levantó, la cámara en mano. Un paso. Crujido. No era una rama.
Jake se detuvo. Escuchó. El bosque le devolvía el vacío.
Luego, lo sintió. Un escalofrío que no venía del aire. Miedo primitivo.
El silbido.
No era el viento. No era un pájaro. Era largo, grave, como un aliento exhalado a través de dientes apretados. Subía y bajaba. Humano, pero erróneo.
Jake se giró, rápido. Nada. Solo el negro y el gris de los árboles quemados.
JAKE
(Voz baja, tensa)
¿Quién anda ahí?
El silbido se repitió. Más cerca. Venía de un grupo de arces enredados. La misma espesura donde se detuvieron los rastros de Rener.
Jake levantó su rifle. El poder del metal en sus manos era lo único que lo anclaba.
🖤 La Presencia
El ranger avanzó, cada paso era una traición al silencio.
El hedor llegó primero. Podrido y dulce. Carne olvidada. Lo suficientemente fuerte para que los ojos le lagrimasen.
Jake enfocó la vista. Las ramas de los arces, a la altura de su pecho, estaban rotas. No como si un oso hubiera pasado. Sino forzadas, desgarradas hacia abajo.
Se detuvo a un metro de la maleza. El olor era insoportable.
JAKE
(A la maleza)
Sal. Ahora.
Silencio. Solo el silbido se convirtió en un jadeo bajo. El sonido de alguien que no ha comido en días. Hambre.
Jake sintió la rabia. Tantos informes archivados, tantos padres y esposas sin respuesta. Esto era lo que estaba matando a sus cazadores. No osos. No caídas.
Apretó el gatillo. Fuego. La bala destrozó las hojas.
Una sombra se retiró rápidamente. Un movimiento imposiblemente rápido para algo grande.
Jake se precipitó hacia adelante, empujando las ramas rotas.
El suelo se abrió. Una guarida. Excavada en la ladera. Una cueva primitiva, forrada de hojas y huesos. Muchos huesos.
Vio el hueso. Otro fémur. Y al lado, un cráneo de ciervo. El ciervo estaba vacío. Las cuencas de los ojos limpias, la lengua ausente. Alimentación selectiva.
Entonces, escuchó el golpe detrás de él. Pesado.
💀 El Devorador
Se giró. La linterna de su rifle rasgó la niebla que se había deslizado.
A treinta metros. Estaba allí.
Era demasiado alto para un hombre. Ocho pies de miseria. Hombros encorvados. Piel gris, cenicienta, estirada sobre unas costillas demasiado visibles. Los brazos le colgaban, largos, las manos terminaban en uñas oscuras y agrietadas.
Jake sintió cómo el aire se le escapaba. No podía ser. No era una leyenda.
Los ojos de la criatura se encontraron con su luz. Brillaron de un amarillo opaco, sin vida. Luego, parpadearon. De lado. Como un pez.
Se inclinó. El cuello fino y alargado se arqueó. Curiosidad. Un depredador que ve a su cena mirarle fijamente.
La boca se abrió. Más ancha de lo normal. Estaba llena de dientes irregulares, rotos, como esquirlas de hueso. Y alrededor de los labios, sangre seca. Negra.
Jake sintió el pánico, pero la ira era más fuerte. Paul Rener. El padre y el hijo.
JAKE
(Gritando, la voz desgarrada)
¡Eres tú! ¡Bastardo!
El monstruo emitió un sonido. Un gruñido mojado, profundo, que se elevó hasta convertirse en un gemido. Casi palabras. El sonido de un recuerdo. Un recuerdo de hambre.
Jake disparó. ¡BANG! El eco desgarró el silencio.
El ser se sacudió. No cayó. Se quedó allí, en la niebla, con un agujero oscuro en el pecho. Simplemente lo miró.
Luego, se lanzó.
La velocidad era demencial. No era correr. Era un latigazo de extremidades.
Jake se giró y corrió. Acción pura. El rifle se le resbaló de las manos. Ya no importa.
El bosque ardido, la maleza. Todo se volvió una mancha. El miedo era físico. Los pasos del ser detrás de él eran golpes pesados, intercalados con el sonido de las garras rasgando la corteza.
Jake pudo escuchar la respiración. Rápida. Ronca. Detrás, demasiado cerca.
Tropezó. Cayó de rodillas sobre la grava del sendero olvidado. El impacto le hizo ver estrellas.
A través del zumbido en sus oídos, escuchó el chillido. Agudo. Furioso. Como metal al ser molido.
Se levantó de un salto. Llaves. Motor.
Arrancó la camioneta. Las llantas patinaron, lanzando grava.
Justo cuando el vehículo avanzaba, el impacto. El lateral de la cabina se hundió. El metal chirrió.
Vio la cara. Un instante fugaz contra el cristal. Piel desgarrada, ojos hundidos, la boca abierta. La mandíbula separada.
Piso a fondo. La camioneta se lanzó a toda velocidad por la polvorienta carretera forestal. Un último golpe en la parte trasera.
Miró por el espejo retrovisor. La criatura se detuvo en medio de la carretera. Brazos colgando. La cabeza inclinada. Observando.
Luego, se volvió. Se fundió en la niebla. Se fue.
🗝️ La Redención
Jake condujo hasta la ciudad. Las marcas de garras eran profundas en la puerta del conductor. El metal arrancado.
El ayudante del sheriff tomó su declaración. Un oso.
Jake no discutió. No había palabras. Él había sido el guardabosques durante quince años. Sabía lo que era un oso. Esto no lo era.
Se fue. Roto. Pero con poder. Había visto la verdad. La pesadilla tenía nombre y forma. La sed devoradora.
Jake se había ido del Servicio Forestal, pero no se rindió. Reunió a los pocos que creían. Emma, la ex-EMT. Dos ex-guardabosques. Un biólogo. Los disidentes.
Primavera de 2022. Volvieron al bosque. Drones. Cámaras térmicas.
No encontraron al ser. Encontraron el otro campamento.
La tienda destrozada. La tierra salpicada de algo oscuro que no era sangre. Dos ciervos mutilados. Huesos pelados, limpios. Tejidos blandos, corazón, hígado, ojos, desaparecidos.
BIÓLOGO
(Voz apagada)
Esto no es un depredador. Es una alimentación selectiva.
JAKE
(Con una mirada fría y dura)
Es el Wendigo.
El Diablo del Pícaro. El Hombre Alto. Diferentes nombres. Mismo horror. Un ser que prospera en la desesperación, la ceniza, el recuerdo del hambre.
Jake miró el mapa. Los cazadores siguen desapareciendo. Sus familias llaman.
Patrones. Eso es lo único que tiene.
La próxima temporada. Ellos volverán. Con mejores drones. Con sensores de movimiento. Necesitan la prueba. Antes de que más gente se esfume en el silencio hambriento de los bosques.
Jake levantó la vista hacia las oscuras crestas. La niebla se arrastraba.
Está ahí fuera. Y está hambriento. Y Jake, el hombre que corrió y sobrevivió, volverá a cazarlo. Ya no es una búsqueda. Es una deuda.