El caso de Jessica Lawson es uno de esos relatos donde la naturaleza, el tiempo y la tragedia se entrelazan en una historia que sacude al público incluso años después. Lo que comenzó como el viaje soñado de una joven aventurera terminó en un crimen brutal oculto bajo las aguas heladas de un río en Alaska, y cuya verdad tardó siete largos años en salir a la luz.
Un viaje soñado que terminó en pesadilla
En julio de 2016, Jessica Lawson, una diseñadora gráfica de 27 años de Seattle, decidió emprender sola un viaje a Alaska, destino que llevaba años anhelando. Preparó mapas, equipo, y planificó una ruta de varios días a lo largo del río Susitna, partiendo desde la pequeña localidad de Talkeetna.
La última vez que fue vista con vida fue en una gasolinera de las afueras de la ciudad. Las cámaras registraron a Jessica comprando provisiones y conversando brevemente con un hombre alto que conducía una vieja camioneta negra. Nada parecía fuera de lo común.
Dos días después, guardabosques encontraron su campamento: intacto, con comida sin tocar, documentos y hasta su teléfono satelital apagado. Todo parecía preparado para su regreso. Pero Jessica nunca volvió.
Una desaparición sin rastro
Las primeras hipótesis apuntaban a un accidente. El Susitna es un río traicionero, con corrientes capaces de arrastrar a cualquiera. También se barajó un ataque de oso, pero las pruebas no coincidían. La pista de los perros rastreadores se detenía justo en la orilla del río, donde todo misterio comenzaba.
El caso atrajo la atención de voluntarios, helicópteros y fuerzas estatales, pero ninguna pista sólida emergió. Tras semanas de búsqueda, la investigación fue archivada con la conclusión más dolorosa: “desaparecida, presuntamente ahogada”. Para su familia, la herida de la incertidumbre nunca sanó.
El secreto bajo las aguas
Siete años después, en la primavera de 2023, la naturaleza rompió el silencio. Tras un invierno de nevadas intensas, el deshielo hizo crecer el Susitna hasta niveles históricos. La corriente arrasó con piedras y sedimentos, modificando la geografía del río. Fue entonces cuando dos pescadores encontraron algo macabro: un hueso humano unido todavía a una bota de montaña.
Pronto se confirmó lo impensable. El río había escondido un esqueleto completo, con cuerdas firmemente atadas a los tobillos y grandes piedras amarradas como lastre. No había dudas: Jessica Lawson no se ahogó. Fue asesinada y arrojada al río para que nunca flotara a la superficie.
La verdad en los huesos
Los forenses confirmaron su identidad gracias a registros dentales y a una antigua fractura en la pierna. Pero además descubrieron un detalle escalofriante: un golpe fuerte en el fémur, probablemente con un objeto contundente, previo a su muerte. La teoría del accidente se derrumbó definitivamente.
La investigación se reabrió. Todo apuntaba al único hilo del pasado: el misterioso hombre de la gasolinera.
Tecnología contra el tiempo
La cinta borrosa de 2016 fue enviada al laboratorio forense del FBI. Con técnicas de mejora de imagen, se logró identificar parcialmente la matrícula de la camioneta negra. El vehículo estaba registrado a nombre de Brian Rhodess, un hombre de 42 años con un historial inquietante: años atrás había sido condenado por agredir a una excursionista en Montana.
La policía descubrió que Rhodess trabajaba esporádicamente en Alaska y que desapareció poco después del crimen. Registros fronterizos confirmaron que cruzó a Canadá en 2017 y nunca regresó.
El sospechoso sin juicio
La esperanza de arrestarlo se desvaneció pronto. En Canadá se descubrió que Rhodess había muerto en 2019 en un motel, en lo que se catalogó como un suicidio. Con él, se fue la posibilidad de conocer los motivos de su crimen.
Para la familia de Jessica, fue un cierre amargo. Finalmente supieron que su hija había sido asesinada, pero jamás habría un juicio, ni una confesión, ni un castigo. La justicia llegó demasiado tarde.
Un caso cerrado, pero sin respuestas
En 2023, el caso fue oficialmente reclassificado como homicidio. Los investigadores concluyeron que Brian Rhodess fue el principal sospechoso y responsable del crimen, aunque nunca sería juzgado.
La familia Lawson obtuvo, al menos, una respuesta después de siete años de dolorosa incertidumbre. Sin embargo, el “por qué” se fue con el asesino a la tumba.
Una historia que Alaska nunca olvidará
El río Susitna fue tumba y testigo de un crimen que dejó una marca imborrable en la comunidad y un recordatorio escalofriante: incluso en los paisajes más hermosos y salvajes, acechan los peligros más humanos.
Jessica Lawson soñaba con Alaska como destino de libertad y belleza. Hoy su historia se recuerda como una advertencia y un lamento, una vida truncada que nunca encontró verdadera justicia.