El depredador de Yellowstone: la aterradora historia de familias cazadas en parques nacionales

En la memoria colectiva, Yellowstone siempre ha sido sinónimo de belleza, naturaleza y aventura. Pero detrás de sus imponentes paisajes se esconde una de las historias más perturbadoras de los últimos tiempos, un relato que mezcla redes sociales, confianza ciega y un depredador que convirtió a los parques nacionales en su propio campo de caza.

La verdad salió a la luz en julio de 2018, gracias a un hallazgo inesperado. Rebecca Martínez, una estudiante de geología de 22 años, realizaba una investigación en una zona remota del parque cuando notó algo extraño bajo una gruesa capa de musgo. Al iluminar el interior de un pozo cubierto, vio algo que no debía estar allí: los restos descoloridos de un portabebés. Ese objeto, perdido en medio de la naturaleza, no solo cambió su vida, también reabrió un caso que llevaba tres años congelado: la desaparición de la familia Chen.

El viaje soñado que terminó en tragedia

Marcus Chen, un ingeniero de software de 28 años, y su esposa Sarah, una enfermera pediátrica de 26, habían planeado un viaje inolvidable a Yellowstone en octubre de 2015 junto a su hija de ocho meses, Luna. Como cualquier familia joven, compartieron con entusiasmo los preparativos en redes sociales: el coche cargado, la ruta planeada y hasta el punto exacto de inicio de su caminata. No sabían que alguien observaba cada publicación con un interés siniestro.

A la mañana siguiente, cuando el coche de los Chen apareció abandonado en el estacionamiento del sendero Ferry Falls, los guardabosques pensaron en un caso más de excursionistas perdidos. Sin embargo, pequeños detalles encendieron las alarmas: el auto estaba abierto, la cartera de Sarah con dinero seguía intacta y el peluche favorito de Luna permanecía en su asiento. Nada de eso coincidía con un paseo inocente.

Lo más inquietante estaba en el GPS del vehículo. Aunque el coche fue hallado en Ferry Falls, el último destino marcado era un camino de servicio remoto, 12 millas más lejos. El rastro inicial de los rescatistas había sido manipulado. El depredador había movido el coche a propósito, desviando la atención mientras las primeras 48 horas —cruciales en toda desaparición— se desperdiciaban buscando en el lugar equivocado.

Un patrón de engaño

Las pistas halladas en esa zona remota resultaron escalofriantes: huellas de varios vehículos, rastros de arrastre entre los árboles y sangre de Marcus en la corteza de un árbol. También encontraron una mamadera colocada deliberadamente en un sendero popular para confundir a los rescatistas. Todo indicaba una escena fríamente planeada.

Un detalle revelador fue el último mensaje enviado desde el teléfono de Sarah: “Estamos aquí. ¿Dónde nos encontramos?”. No coincidía con su estilo de escritura y los investigadores sospechan que fue enviado bajo amenaza. Desde ese punto, la familia desapareció sin dejar rastro.

El caso permaneció en silencio tres años, hasta el hallazgo de Martínez. El pozo que descubrió no era natural: había sido ampliado con explosivos para crear un espacio perfecto donde el tiempo y la química del parque disolvieran la evidencia. Sin embargo, el asesino subestimó la resistencia de ciertos objetos. En el fondo encontraron pertenencias intactas: la billetera de Marcus con una nota escrita a mano —“Confiamos en la persona equivocada”—, el iPhone de Sarah con mensajes borrados donde un supuesto “ranger” pedía ayuda médica, y un grabador infantil con los últimos ruegos de la madre: “Por favor, es solo un bebé. Haremos lo que quieras”.

El rostro del depredador

Con esas pruebas, el FBI conectó los puntos con otros casos similares: familias desaparecidas en Grand Teton, Glacier y Rocky Mountain entre 2010 y 2015. Todas habían compartido información en redes sociales y todas fueron abordadas por un hombre disfrazado de guardabosques.

Las sospechas apuntaron a David “Bear” Kowalsski, un exempleado de mantenimiento de parques nacionales. Había trabajado en todas las áreas donde ocurrieron desapariciones y era conocido por su conocimiento casi obsesivo del terreno, las cuevas y los respiraderos térmicos. Su despido en 2015 coincidía con el inicio del caso Chen. Vecinos y excompañeros recordaban su resentimiento contra las familias felices y su habilidad con explosivos, sumado a un historial de problemas psicológicos no atendidos.

Cuando los agentes registraron su casa en Montana, hallaron fotografías de familias clasificadas por fecha y lugar, mapas con rutas marcadas y pertenencias de varias víctimas. Entre ellas, el elefante de peluche de Luna. Pero Kowalsski había desaparecido apenas días después del descubrimiento de Rebecca Martínez.

La caza final

El sospechoso fue rastreado durante semanas en una persecución que lo llevó por varios estados. Finalmente, su camioneta apareció abandonada cerca de un área restringida en el Parque Nacional Glacier. Dentro había una confesión escrita a mano, donde describía cómo vigilaba a sus víctimas en redes sociales, se hacía pasar por guardabosques y utilizaba lo que él llamaba “el sistema de eliminación de la naturaleza” para hacerlas desaparecer.

Semanas después, su cuerpo fue hallado en una piscina termal de Yellowstone. Nunca se supo si fue suicidio o accidente. Con su muerte, se extinguió la posibilidad de un juicio y, lo más doloroso, la oportunidad de recuperar a las víctimas o saber exactamente qué ocurrió con ellas.

Lecciones de un horror inimaginable

El caso de la familia Chen y de tantas otras obligó a las autoridades a reforzar los protocolos de seguridad en parques nacionales: desde verificaciones más estrictas a los empleados hasta campañas para concienciar a los visitantes sobre el peligro de compartir en exceso en redes sociales.

Hoy, el nombre de David Kowalsski está ligado a la pesadilla de al menos 15 familias, cuyos restos probablemente nunca sean encontrados. Sin embargo, también dio origen a una nueva disciplina: la geología forense. Rebecca Martínez, la joven que encontró el portabebés, ahora trabaja con los parques para detectar posibles sitios de ocultamiento y asegurar que la tierra revele lo que los criminales intentan esconder.

Su reflexión resume el poder de la verdad: “Kowalsski pensó que la geología podía borrar sus crímenes, pero también es la ciencia que los reveló. La tierra recuerda lo que los hombres quieren olvidar”.

La tragedia de los Chen es un recordatorio doloroso: incluso en los lugares más bellos, el mal puede esconderse. Y en un mundo dominado por la vida digital, lo que compartimos puede volverse un mapa para los depredadores.

Related Posts

Our Privacy policy

https://tw.goc5.com - © 2025 News