continuación

Clara miró la lista de tareas con las manos sudorosas. El mismo nombre aparecía otra vez: Suite Real. El corazón se le encogió, pero no tenía elección. Con paso medido subió al último piso, intentando ocultar su nerviosismo.

Al abrir la puerta con la llave de servicio, la habitación parecía vacía. Los rayos del sol de la mañana se filtraban entre las pesadas cortinas, bañando el interior con una luz dorada. Y sin embargo, sentía que no estaba sola.

Alejandro de la Vega estaba de pie junto a la ventana, con una taza de café en la mano. Su traje perfectamente confeccionado parecía impecable, como si las huellas de la noche anterior hubieran desaparecido por completo. Sus ojos grises se clavaron en ella, y Clara sintió cómo le ardían las mejillas.

— Has vuelto — dijo con un tono neutro, aunque su mirada revelaba interés.

— Es… es solo mi trabajo, señor — respondió ella en voz baja, bajando la vista y empujando el carrito hacia la pared.

El silencio se prolongó unos instantes. Clara empezó a limpiar la mesa, intentando parecer tranquila, pero sabía que cada uno de sus movimientos era observado.

— Dime, Clara… — su voz era grave, firme. — ¿Por qué aceptaste un trabajo tan duro? Una camarera en un hotel de lujo… parece un papel demasiado pequeño para alguien como tú.

La pregunta la sorprendió. Se mordió el labio, dudando.

— Todo el mundo tiene sus razones — susurró. — Yo solo… necesitaba un nuevo comienzo.

Él esbozó una leve sonrisa, enigmática.

— Un nuevo comienzo en un lugar donde cada detalle guarda una historia. Interesante.

Clara no sabía qué contestar. Se sentía atrapada en una red invisible. De repente, el teléfono de Alejandro vibró sobre la mesa. Él lo tomó, escuchó unos segundos y frunció el ceño.

— Los planes han cambiado — murmuró. — Tenía que viajar hoy, pero la reunión en Barcelona se ha cancelado. Eso significa que me quedaré aquí… unos días más.

El estómago de Clara se encogió. ¿Y si lo encontraba a diario? ¿Y si el incidente de la noche anterior nunca se borraba de su memoria?

— Señor, le prometo que nunca volveré a cometer el mismo error — dijo de pronto, reuniendo valor. — No volveré a dormirme aquí, aunque esté agotada.

Alejandro la observó en silencio durante unos segundos, luego se acercó lentamente, dejando la taza de café sobre la mesilla.

— ¿Error? No estoy seguro de que lo fuera… — su voz era tranquila, pero cargada de matices. — A veces, el azar trae a nuestra vida exactamente lo que nos falta.

El corazón de Clara dio un vuelco. No sabía si hablaba en serio o si solo jugaba con sus nervios. Pero estaba segura de algo: aquel encuentro casual era solo el principio.

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