El Sendero de los Apalaches, que serpentea a lo largo de la costa este de los Estados Unidos, es un ícono de la aventura al aire libre. Es una prueba de resistencia, un escape de la civilización y una ruta que atrae a miles de almas cada año, buscando la belleza indómita de la naturaleza. Pero también es un lugar donde la civilización termina y la naturaleza impone sus propias reglas, y donde la desaparición de una persona puede ser tan fácil como la caída de una hoja en un denso bosque.
En la primavera de 2022, este sendero épico se convirtió en el escenario de una de las desapariciones más extrañas y perturbadoras de los últimos tiempos. Alex (nombre ficticio), un joven de 24 años lleno de entusiasmo y con la ambición de completar la caminata de “Thru-Hike” de un extremo a otro, se embarcó en su viaje. Alex era un senderista experimentado, meticuloso en su planificación y conocido por su optimismo. Mantuvo contacto regular con su familia, enviando mensajes y fotografías de los refugios y los paisajes.
La comunicación cesó abruptamente a mediados de abril. Su último mensaje fue enviado desde un refugio en una zona particularmente remota de Pensilvania o Nueva Jersey (la ubicación exacta se mantuvo deliberadamente vaga por los investigadores para evitar la afluencia de curiosos). Los días se convirtieron en una semana de silencio, y la ansiedad de su familia se transformó en pánico.
Inmediatamente se inició una búsqueda a gran escala. La policía estatal, guardabosques, equipos de búsqueda y rescate, y una legión de voluntarios de la comunidad de senderistas de Apalaches se unieron. El Sendero de los Apalaches es traicionero, y la búsqueda se vio obstaculizada por el terreno escarpado, la densa vegetación y los cambios climáticos repentinos. Se peinaron millas y millas de senderos, se revisaron todos los refugios y se interrogó a otros excursionistas, pero no había rastro de Alex ni de su distintiva mochila naranja. Era como si la vasta extensión de la naturaleza se lo hubiera tragado.
La desesperación creció con cada día que pasaba. El caso se volvió viral en las redes sociales, con publicaciones que imploraban por cualquier pista. Las teorías iban desde la hipótesis más probable de un accidente (una caída, una lesión incapacitante) hasta escenarios más oscuros (encuentros con personas peligrosas o vida salvaje). Sin embargo, el Sendero de los Apalaches es un ecosistema bien monitoreado; los incidentes violentos o los ataques de animales grandes son raros, lo que hacía que la desaparición de Alex fuera aún más misteriosa.
Un mes después, cuando la búsqueda activa se había reducido y el caso estaba a punto de ser declarado “desaparición de larga duración”, un cazador local, que conocía bien los senderos fuera de las rutas principales, hizo el descubrimiento espantoso y surrealista.
El cazador se encontraba a varias millas del sendero marcado, en una zona de bosque denso y rocoso que no había sido cubierta por los equipos de búsqueda, cuando notó un pequeño hueco en el suelo, oculto bajo arbustos. Era una madriguera, presumiblemente de coyotes o de algún otro animal salvaje. Lo que le llamó la atención no fue la madriguera en sí, sino una tela de color familiar sobresaliendo: el borde de una mochila de senderismo naranja brillante.
El cazador alertó a las autoridades. Lo que encontraron al excavar la madriguera (un túnel estrecho y poco profundo que se abría en una pequeña cavidad rocosa) fue a Alex.
No estaba muerto. Estaba vivo, pero apenas. Su cuerpo estaba demacrado, cubierto de tierra y lodo, y su ropa estaba hecha jirones. Pero lo que realmente impactó a los rescatistas fue su estado mental. Alex, al ser sacado del agujero, no reaccionó de una manera racional. Sus ojos estaban muy abiertos, fijos, con una expresión de terror y confusión indescriptibles. Murmuraba incoherentemente, palabras que no tenían sentido, y luchó contra sus rescatistas con una fuerza salvaje e inexplicable.
El diagnóstico preliminar fue de deshidratación extrema, inanición y un severo agotamiento mental. Había perdido una cantidad considerable de peso y su cuerpo estaba lleno de hematomas y rasguños. Pero el misterio persistía: ¿Cómo había llegado a estar dentro de una madriguera de coyotes, y por qué no había pedido ayuda?
La reconstrucción de los hechos, basada en las escasas pertenencias encontradas y en los fragmentos de memoria que Alex pudo recuperar semanas después, cuando su salud mental y física mejoró ligeramente, pintó un cuadro aterrador de la supervivencia.
Parece que Alex, en un punto del sendero, sufrió un accidente no fatal pero grave, posiblemente una caída, que resultó en una conmoción cerebral y pérdida de su equipo esencial. Desorientado y herido, se desvió del sendero principal. Sin comida, sin mapa y con la mente nublada por el trauma, su estado mental se deterioró rápidamente. La desnutrición, la deshidratación y la soledad en el vasto bosque conspiraron para provocar un episodio psicótico agudo, o lo que algunos llamaron “locura del desierto”.
En un estado de pánico y confusión, Alex, buscando un refugio desesperado o tal vez actuando bajo delirios de persecución, encontró la madriguera. Los investigadores creen que, en su estado de mente alterada, la percibió como la única opción segura, un lugar para esconderse del mundo o de una amenaza imaginaria. Había pasado casi un mes sobreviviendo de manera primitiva, posiblemente alimentándose de insectos o pequeñas plantas, y bebiendo agua de lluvia o arroyos. La madriguera, aunque primitiva, le proporcionó la protección mínima necesaria contra el clima y los depredadores, aunque la policía notó que el agujero olía fuertemente a animal y parecía haber sido usado recientemente por coyotes. La imagen de un ser humano en la lucha por la supervivencia, arrastrándose a un agujero destinado a la fauna salvaje, es un recordatorio escalofriante de cuán rápido la delgada capa de civilización puede desvanecerse.
La historia de Alex, aunque tuvo un final feliz en el sentido de que fue encontrado con vida, dejó profundas cicatrices psicológicas. Su recuperación fue larga y requirió la ayuda de profesionales. El incidente se convirtió en una leyenda de los Apalaches, una advertencia de que la naturaleza no solo es hermosa, sino también brutalmente indiferente, y que la supervivencia, a veces, viene acompañada de un precio aterrador en la mente. Lo que realmente vio o pensó en la oscuridad de ese agujero nunca se sabrá del todo, pero el horror en sus ojos al ser rescatado fue un testimonio mudo de su batalla solitaria.