La excursión que comenzó como aventura
El 14 de agosto de 2021, Kenn Morris, de 26 años, aparcó su todoterreno blanco, un Subaru Forester, en un aparcamiento de tierra al comienzo del sendero Coyote Gulch, en el Monumento Nacional Grand Staircase-Escalante, al sur del estado de Utah. Eran las 9 de la mañana y la temperatura ya había subido a 86º Fahrenheit, con un sol abrasador que prometía elevar aún más el calor. Agosto en el sur de Utah es uno de los meses más calurosos, con temperaturas diurnas que superan regularmente los 100º, humedad mínima y agua como recurso vital.
Caitlyn Morris, conocida como Kayn entre amigos, era una excursionista solitaria con mucha experiencia. Había crecido en Phoenix, Arizona, y trabajaba como diseñadora gráfica en una pequeña empresa de marketing, pero su verdadera pasión eran las excursiones. Durante los últimos cuatro años había recorrido cientos de kilómetros por los senderos desérticos de Arizona, Utah, Nevada y Nuevo México. Prefería caminar sola: decía que así sentía una conexión más fuerte con la naturaleza, podía pensar, meditar y ser ella misma sin interrupciones.
Sus padres, Linda y Robert Morris, vivían cerca de Phoenix y siempre estaban preocupados por ella. Linda solía advertirle que las excursiones en solitario eran peligrosas, especialmente para una mujer joven en zonas tan remotas como Escalante. Pero Caitlyn siempre fue prudente: planificaba las rutas con antelación, estudiaba los mapas, llevaba suficiente agua y comida, un transmisor satelital para emergencias y dejaba un plan detallado de su ruta con familiares y amigos. Nunca había tenido problemas; siempre regresaba a tiempo, bronceada, feliz y con cientos de fotos de rocas rojas, arcos naturales y cañones.
El sendero Coyote Gulch es uno de los más populares de la región, pero sigue siendo bastante aislado. Con unos 19 km en un solo sentido, atraviesa un estrecho cañón con altas paredes de arenisca, arcos naturales, estanques y formaciones pintorescas. La mayoría de los turistas recorren la ruta en dos o tres días, durmiendo en el cañón. Caitlyn había planeado tres días: un día para bajar al cañón y pasar la noche cerca del arco Jacob Hamlin; un segundo día para explorar la parte más lejana del cañón y pasar la segunda noche; y un tercer día para regresar al coche.
El 14 de agosto a las 18:43, Caitlyn envió un último mensaje de texto a su amiga Emily Sang: “He encontrado un lugar estupendo junto al arco. Me quedaré aquí esta noche. Las vistas son increíbles. Casi no hay cobertura. Nos vemos el lunes.” Emily respondió: “Genial, cuídate. Espero las fotos.” Fue el último contacto que tuvieron. Tras eso, desapareció todo rastro de Caitlyn.
El 16 de agosto, día en que estaba prevista su vuelta, Emily comenzó a preocuparse. Llamó varias veces, pero el teléfono no respondía: estaba apagado o fuera de cobertura. Preocupados, los padres de Caitlyn decidieron esperar hasta la mañana siguiente, pensando que su hija simplemente había decidido quedarse un día más o que se le había agotado la batería.
El 17 de agosto por la mañana, aún sin noticias de Caitlyn, Robert Morris llamó a la oficina del sheriff del condado de Garfield. Informó que su hija no había regresado de la excursión y pidió que revisaran el aparcamiento al inicio del sendero. Un ayudante del sheriff llegó al mediodía y encontró el Subaru de Caitlyn exactamente donde lo había dejado: cerrado, sin señales de robo ni daño. Solo un coche esperando a su propietaria.
El equipo de búsqueda y rescate del condado, compuesto por ocho voluntarios expertos en rastreo y con conocimientos médicos, llegó alrededor de las 5 de la tarde. Comenzaron a descender por el sendero, que al principio estaba bien señalizado, pero más adelante se volvía complejo, con ramales laterales, cauces secos y formaciones rocosas donde era fácil perderse.
A medida que avanzaban, los rastreadores encontraron huellas frescas de zapatillas cerca del arco Jacob Hamlin, coincidiendo con la talla de Caitlyn. Pero tras unos kilómetros, las huellas desaparecieron al adentrarse en zonas de roca dura, dejando un misterio que apenas comenzaba.
El calor, el aislamiento y la extensión del terreno hacían la búsqueda peligrosa y complicada, anticipando lo que serían días de incertidumbre, esperanza y tensión para todos los involucrados.
La búsqueda que se adentra en el desierto
Al amanecer del 18 de agosto, el equipo de búsqueda amplió el perímetro. Revisaron cada cañón lateral, cada cueva y cada nicho en las rocas, llamando el nombre de Caitlyn y silbando con la esperanza de recibir una respuesta. Caitlyn llevaba consigo un silbato de emergencia y equipo estándar para turistas, pero el desierto solo devolvía silencio: el susurro de la arena, el graznido de los cuervos, el viento entre las rocas.
Ante la falta de avances, la oficina del sheriff solicitó apoyo adicional. Un helicóptero del Servicio de Parques Nacionales sobrevoló un radio de 15 millas desde la última ubicación conocida de Caitlyn, utilizando prismáticos y cámaras termográficas para buscar señales humanas o restos. Nada. Solo cañones, matorrales y formaciones rocosas que parecían interminables.
Durante los siguientes nueve días, la búsqueda continuó. La cifra de voluntarios creció a 40 personas: residentes locales, turistas y amigos de Caitlyn desde Arizona. Se dividieron en grupos y peinaron sistemáticamente el territorio, inspeccionando cada cueva, grieta y rincón donde Caitlyn pudiera haberse caído, lesionado o refugiado del sol. Perros rastreadores siguieron el olor de Caitlyn usando ropa proporcionada por sus padres. Algunos captaron señales a menos de dos millas del arco Jacob Hamlin, pero los rastros se interrumpían: probablemente había caminado sobre roca dura donde no queda rastro, o la escasa lluvia de verano del 15 de agosto borró sus huellas.
El 26 de agosto, 12 días después de su desaparición, el coordinador de la operación, David Porter, con 20 años de experiencia en condiciones desérticas, suspendió la búsqueda activa. Habían inspeccionado más de 30 millas cuadradas y todas las áreas accesibles cercanas al sendero, pero no encontraron mochila, tienda, saco de dormir ni objetos personales: solo huellas de zapatillas. Porter concluyó que Caitlyn probablemente se había desviado del sendero principal en busca de lugares más apartados o pintorescos y había llegado a una zona de difícil acceso donde sufrió un accidente, incapaz de pedir ayuda.
Los padres de Caitlyn no aceptaban la desaparición sin respuesta. Organizaron búsquedas privadas, contrataron rastreadores y ofrecieron una recompensa de $50,000 por cualquier información sobre su paradero. Colgaron carteles en Escalante, Boulder y Kanab, y crearon una página en redes sociales compartiendo fotos y actualizaciones.
Meses después, el 7 de diciembre de 2021, ocurrió un hallazgo inesperado. En la autopista UT12, un conductor atropelló a un coyote alrededor de las 8 de la noche. Siguiendo el protocolo, el cuerpo del animal fue enviado a una clínica veterinaria local para descartar rabia. La veterinaria, doctora Sara Collins, realizó la autopsia y encontró algo inusual: dentro del estómago del coyote había tres mechones de pelo humano parcialmente digeridos.
Inmediatamente, se contactó a la oficina del sheriff, y las muestras fueron enviadas al laboratorio forense estatal en Salt Lake City. El análisis genético confirmó con un 99% de probabilidad que el pelo pertenecía a Caitlyn Morris, gracias a la comparación con muestras de sus padres.
Este descubrimiento reanudó la investigación y permitió a los detectives reconstruir el probable escenario: Caitlyn había explorado un cañón lateral remoto, donde una caída le provocó lesiones mortales. Su cuerpo quedó en el fondo del cañón, fuera del alcance de las búsquedas iniciales, y fue parcialmente consumido por animales salvajes.
El 22 de diciembre, un equipo compuesto por seis personas —tres detectives, el Dr. Thomas Nelson, especialista en fauna, y dos rastreadores experimentados— comenzó una búsqueda sistemática en un radio de 20 millas desde el punto donde fue atropellado el coyote. El Dr. Nelson identificó siete posibles guaridas de coyotes basándose en la topografía, la disponibilidad de agua y refugios naturales.
El 27 de diciembre, en la tercera guarida revisada, encontraron un hallazgo crucial. En un estrecho cañón lateral, alejado de los senderos señalizados, había un nicho rocoso poco profundo. Allí, entre arena y restos vegetales, hallaron fragmentos de tela azul de mochila, restos de una tienda de campaña o saco de dormir, partes de zapatillas de montaña y huesos humanos. Algunos huesos presentaban marcas y surcos característicos de mordeduras de animales.
El examen forense reveló fracturas mortales en el cráneo y la pelvis, consistentes con una caída de 9 a 12 metros sobre rocas duras. Estas lesiones indicaban que Caitlyn murió de manera casi instantánea debido a la hemorragia y el trauma severo. El transmisor satelital que llevaba estaba completamente destruido, probablemente por la caída y la actividad de los animales que se alimentaron de su cuerpo.
El análisis genético confirmó que los restos pertenecían a Caitlyn Morris. La evidencia y el contexto apuntaban a un accidente: ninguna otra persona estuvo presente, no había signos de lucha y las fracturas eran compatibles con una caída, no con un ataque deliberado. Los detectives también corroboraron los testimonios de turistas; un hombre llamado Brian Lee la vio por última vez la mañana del 15 de agosto sentada junto al arco Jacob Hamlin, bebiendo agua y disfrutando de la vista. Caitlyn probablemente continuó explorando cañones laterales y se desvió de la ruta principal, lo que la llevó a su trágico final.
Los restos fueron devueltos a sus padres en enero de 2022. Caitlyn fue incinerada y sus cenizas esparcidas en un lugar del desierto de Arizona que ella adoraba. La cobertura mediática relató la historia de la excursionista desaparecida y el hallazgo de su pelo en el estómago del coyote, mostrando los peligros del senderismo en solitario y recordando la importancia de la seguridad, la planificación y la comunicación de rutas.
Los padres de Caitlyn crearon un fondo conmemorativo para financiar programas de seguridad en excursiones, especialmente para jóvenes y mujeres, y donaron a mejorar el equipo de búsqueda y rescate del condado de Garfield. Su historia sigue siendo un recordatorio de la fragilidad de la vida y de que incluso los planes más cuidadosos pueden terminar en tragedia en el desierto.
Con el hallazgo de los restos de Caitlyn Morris, sus padres finalmente pudieron cerrar un capítulo que había dejado un vacío imposible de llenar. Aunque la tragedia fue inmensa, la claridad sobre lo ocurrido les permitió rendir homenaje a la vida de su hija y transformar su dolor en acción.
Linda y Robert Morris crearon un fondo conmemorativo para financiar programas de seguridad en excursiones, especialmente para jóvenes y mujeres. Este fondo también ayudó a mejorar el equipo de búsqueda y rescate del condado de Garfield, incrementando la eficacia de futuras operaciones. La historia de Caitlyn se convirtió en un caso de referencia para excursionistas experimentados, recordando la importancia de no desviarse de los senderos señalizados, de llevar medios de comunicación confiables y de ser conscientes de los riesgos que implica la soledad en lugares remotos.
Cada año, miles de turistas recorren el sendero Coyote Gulch, fotografían el arco Jacob Hamlin y disfrutan de la belleza del desierto. La mayoría regresa sana y salva, pero la historia de Caitlyn Morris permanece como un recordatorio silencioso de la fragilidad de la vida y del poder implacable de la naturaleza. Su amor por la soledad y la exploración personal se convirtió en un legado: un llamado a la precaución, pero también a vivir plenamente, incluso en los entornos más peligrosos.
El caso de Caitlyn plantea preguntas que seguirán sin respuesta. ¿Podría haberse salvado si la búsqueda hubiera llegado antes al cañón lateral? Tal vez. Pero su pasión por la exploración era parte de quién era, y cada paso que dio reflejaba su derecho a decidir su camino, aunque este la condujera a su final.
Finalmente, la historia de Caitlyn Morris no es solo un relato de tragedia, sino también de aprendizaje, respeto por la naturaleza y homenaje a la vida de quienes se atreven a seguir su propio camino. Su recuerdo sigue vivo en cada roca roja, en cada cañón solitario y en cada persona que aprende de su historia para explorar el desierto con mayor prudencia y admiración.