El 15 de mayo de 2015 parecía un día normal para Alice y Mark Montero. Una pareja joven, aventurera y enamorada, salió de Phoenix con destino a Bryce Canyon National Park, un viaje de ocho horas que habían planeado con entusiasmo semanas antes. Llevaban maletas, una cámara, sillas plegables y provisiones para disfrutar de la naturaleza. Tenían hotel reservado y planes claros. Pero nunca llegaron.
Ese mismo día, fueron vistos por última vez en una gasolinera Chevron cerca de la pequeña localidad de Holos, Arizona. Las cámaras de seguridad registraron a Mark llenando el depósito de su Honda Accord gris mientras Alice compraba café y agua en la tienda. Ambos regresaron sonrientes al coche y partieron rumbo a la ruta US-89. Desde entonces, nada.
Sus teléfonos dejaron de emitir señal a pocos kilómetros del lugar. Los intentos de contacto fueron inútiles. Al día siguiente, al no llegar al hotel, la familia levantó la voz de alarma. La policía de Phoenix y las autoridades de Utah iniciaron la búsqueda, y en cuestión de días el caso escaló hasta el FBI. Pero ni las carreteras, ni las zonas de descanso, ni los bosques cercanos dieron alguna pista. El coche desapareció junto con ellos, y el misterio se volvió cada vez más inquietante.
Durante cinco años, la desaparición de Alice y Mark Montero fue un caso abierto, pero sin respuestas. La familia nunca dejó de buscarlos: difundieron carteles, hicieron entrevistas, abrieron un sitio web con detalles y pidieron testigos. Sin embargo, cada pista resultaba falsa, cada reporte de un coche abandonado terminaba en decepción. El caso se convirtió en un símbolo de incertidumbre y dolor.
La primera grieta en el muro del silencio apareció en agosto de 2020, cuando un granjero de Coconino County descubrió un coche oculto bajo un viejo cobertizo en su terreno. Estaba cubierto de óxido y polvo, sin placas y con las llantas reventadas. Al revisar el número de serie, la confirmación llegó como un rayo: era el Honda Accord de los Montero.
Dentro del maletero, la escena era indescriptible. Dos cuerpos envueltos en mantas azules, atados con bridas de plástico. Eran Alice y Mark, reducidos a esqueletos tras años de abandono. La tragedia había salido a la luz, pero el misterio apenas comenzaba a resolverse.
Las pruebas forenses revelaron fracturas defensivas en Alice y heridas de arma blanca en las costillas de Mark. Ambos habían sido atados antes de morir. En el maletero y en objetos encontrados, los investigadores hallaron huellas y ADN de un hombre: Jeffrey Allen Harper, un exconvicto con historial de robos y carjackings, muerto en 2018 por sobredosis.
El hallazgo cambió todo. Con el ADN y los registros telefónicos, la policía reconstruyó un macabro recorrido. Harper estaba en la zona el mismo día de la desaparición, siguió a la pareja tras la gasolinera y, horas más tarde, fue captado conduciendo un coche idéntico al de los Montero. Poco después, alquiló un garaje en las afueras de Phoenix, donde se encontraron restos de sangre, fibras y pruebas vinculadas directamente al matrimonio.
Testigos recordaron haberlo visto descargando bultos envueltos en tela aquella misma noche. No había duda: Harper había secuestrado, retenido y asesinado a Alice y Mark. Luego escondió el coche en un terreno remoto, donde quedó olvidado hasta el hallazgo de 2020.
El caso fue oficialmente cerrado ese mismo año, atribuyendo a Harper la autoría única del crimen. Sin embargo, nunca se encontró un motivo claro. Las pertenencias de los Montero, incluidos teléfonos, cámara y dinero en efectivo, nunca aparecieron. Tampoco se pudo determinar si Harper actuó por un simple robo o si hubo un impulso más oscuro detrás de su ataque.
A pesar de la clausura, la historia dejó abiertas muchas heridas. Para las familias, el hallazgo supuso el doloroso alivio de tener respuestas, pero también la certeza de una violencia incomprensible. Para la policía, quedó la duda de si Harper pudo estar involucrado en otros casos similares en Arizona y estados vecinos, ya que había coincidencias en desapariciones aún no resueltas.
Hoy, la tragedia de Alice y Mark Montero se recuerda como una de las más escalofriantes de la última década en el suroeste de Estados Unidos. Lo que comenzó como un viaje hacia la belleza natural de Bryce Canyon se convirtió en una pesadilla que tardó cinco años en salir a la luz.
Es una historia que habla de amor, pérdida, desesperación y, sobre todo, de la incertidumbre insoportable que deja la desaparición de un ser querido. La verdad tardó en llegar, pero cuando lo hizo, fue brutal.