El mes de julio de 2013 en Yosemite comenzó caluroso y seco. Los vientos levantaban polvo en los senderos del cañón Kerrick y hacían aún más inhóspito el altiplano. Aquella mañana, Bruce Evans, un joven guardabosques de 20 años, parecía tranquilo y concentrado. Testigos en Bridgeport recordaron verlo comprar avena para su caballo Jasper alrededor de las 8 de la mañana. Bromeó sobre el hambre de Jasper, despreocupado, con la tranquilidad de quien cree conocer cada rincón de la montaña.
Era una salida rutinaria: patrullar los senderos remotos, comprobar las áreas cercanas a Southoth Ridge y evaluar los daños de las inundaciones de primavera. Su cuaderno de bitácora estaba firmado y la ruta claramente indicada. Bruce era un joven guardabosques meticuloso, capaz de memorizar senderos complejos y detectar cualquier indicio de actividad sospechosa. Nunca se perdía y siempre reportaba con precisión cualquier hallazgo.
El 14 de julio, al amanecer, Bruce salió montando a Jasper con el clima despejado y la visibilidad perfecta. Todo parecía normal. A las 10 de la mañana transmitió un mensaje corto por radio: había encontrado rastros de un antiguo campamento de cazadores furtivos cerca de Southoth Ridge y examinaría la zona con más detalle. Esa fue la última comunicación.
A partir de las 11:30, el despachador comenzó a exigir una respuesta rutinaria. Nada. Se repitieron las llamadas y los intentos, pero la radio permaneció silenciosa. Según el protocolo, tras dos avisos fallidos debía activarse un primer equipo de búsqueda. Hacia la 1 de la tarde, los guardabosques superiores del parque iniciaron los procedimientos de emergencia. Dos colegas de patrulla cercana partieron a caballo siguiendo la ruta indicada por Bruce.
Encontraron huellas frescas de Jasper, pero se perdieron abruptamente al llegar a una sección rocosa. No había señales de que caballo o jinete hubieran pasado. Para cuando un helicóptero sobrevoló la zona a las 4 de la tarde, la tormenta se aproximaba por el oeste, levantando polvo y reduciendo la visibilidad a unas decenas de metros. La lluvia y el viento borraron rápidamente cualquier rastro.
Los perros rastreadores llegaron por la tarde, captando un olor inicial de caballo o humano, pero el frente de tormenta lo dispersó todo. Durante horas revisaron cámaras y archivos, confirmando que Bruce había salido tranquilo esa mañana y que no había señales de peligro hasta el momento de su desaparición. Sus compañeros coincidieron: Bruce no tenía conflictos, ni problemas de salud ni fatiga. Era un joven fiable, meticuloso y responsable.
Pero el silencio que siguió durante la tarde del 14 de julio marcó el inicio de un misterio que permanecería sin resolver durante cuatro largos años. Cada sendero, cada cañón, cada ladera remota se convirtió en interrogantes, y el joven guardabosques y su caballo desaparecieron como si la tierra los hubiera tragado.
Agosto de 2017 en Yosemite era sofocante y seco. Las laderas temblaban bajo el calor y las rocas de los cañones estaban tan calientes que apenas se podían tocar. Un equipo de geólogos y especialistas avanzaba por una zona remota del cañón Kerrick, siguiendo rutas apenas visibles en los mapas internos. Su objetivo: explorar sectores que habían sido pasados por alto durante los primeros días de búsqueda en 2013.
Hacia las 11 de la mañana, llegaron a un desfiladero “ciego”, un estrecho tramo seco cubierto de arbustos escasos y piedras sueltas. Una decisión aparentemente inocente de descender por una terraza para ahorrar tiempo cambiaría el curso del caso. Allí, entre fragmentos de piedra y polvo acumulado, uno de los geólogos distinguió una forma inusual: un contorno arqueado que parecía hueso. Al acercarse, descubrieron restos de una silla de montar vieja, con cuero desgastado y un logotipo aún legible del Servicio de Parques Nacionales.
El corazón de los hombres se aceleró. Al inspeccionar más a fondo, entre las piedras, encontraron fragmentos óseos humanos. Fragmentos de tela verde de uniforme aún se adherían a los restos. Botones con el emblema del parque confirmaban que se trataba de un guardabosques. Entre los restos apareció un fragmento metálico, parte de un cargador de radio, corroborando la identidad.
El hallazgo cambió la perspectiva del caso: ya no se trataba de una simple desaparición, sino de un posible asesinato. La cuidadosa colocación del cuerpo en un nicho de piedras indicaba que alguien lo había escondido intencionalmente. No había señales de lucha, pero el terreno era tan remoto que solo muy pocas personas podrían haber accedido al lugar.
Los expertos forenses comenzaron la excavación con extremo cuidado. Bajo la capa de arena, el cráneo mostraba un agujero perfectamente redondeado en la región parietal: un orificio de entrada de bala de tamaño medio. El informe preliminar indicaba claramente que no se trataba de un accidente ni de un golpe natural. La bala había causado la muerte de Bruce Evans.
El estado del esqueleto y la disposición de las piedras demostraban que el cuerpo había sido colocado allí deliberadamente. No se encontraron armas cerca, lo que sugería que el asesino se había llevado la pistola reglamentaria del guardabosques o que Bruce nunca la había tenido consigo. La escena reflejaba un acto premeditado y extremadamente calculado.
Ese mismo día, la administración del parque notificó a la oficina del sheriff del condado. El caso pasó de persona desaparecida a investigación criminal. Todo el procedimiento de investigación, desde la documentación de cada fragmento de hueso hasta el análisis forense de la silla de montar, se llevó a cabo bajo protocolos estrictos. La evidencia no dejaba dudas: Bruce Evans había sido asesinado.
Además, los análisis revelaron un patrón inquietante: la silla de montar mostraba un orificio de bala horizontal, mientras que la herida en el cráneo indicaba un disparo desde arriba. Los expertos concluyeron que primero habían disparado al caballo, y posteriormente al jinete, probablemente mientras yacía en el suelo. La naturaleza del crimen era fría y precisa, revelando una planificación detrás de cada acción.
El descubrimiento forense reactivó la investigación de 2013. Los detectives revisaron detenidamente todos los documentos antiguos, en busca de pistas sobre quién podría haber disparado un rifle de calibre 308, el mismo usado por cazadores furtivos en la zona. Fue entonces cuando hallaron un informe de patrulla del 17 de julio de 2013, solo tres días después de la desaparición de Bruce. El documento señalaba a un conductor nervioso de una camioneta Dodge Ram, con un rifle de calibre 308 en la plataforma. En su momento, el incidente se consideró insignificante y el hombre fue liberado.
Pero con los resultados de balística ahora en mano, el informe se convirtió en un hilo conductor esencial. Las coordenadas registradas por la patrulla llevaban a pequeños campamentos de caza ilegal en los alrededores de Kerrick Canyon. El mismo tipo de vehículos y rifles que los cazadores furtivos usaban regularmente. Lo que en 2013 parecía una coincidencia ahora cobraba sentido: la desaparición de Bruce Evans estaba conectada con actividades ilegales en la zona y un crimen cuidadosamente planeado.
Con el hallazgo del cráneo y los restos del caballo Jasper, la investigación tomó un rumbo definitivo. Los detectives del condado reexaminaban cada documento antiguo, cada informe de patrulla, cada registro de comunicación. La evidencia forense era concluyente: Bruce Evans no había muerto por accidente. La bala en su cráneo, el disparo al caballo y la ubicación deliberada de los restos señalaban un asesinato premeditado.
El informe de balística del rifle calibre 308 fue clave. Comparando las partículas de proyectil recuperadas en el cráneo y la silla de montar con las municiones halladas en la camioneta Dodge Ram detenida tres días después de la desaparición, los investigadores descubrieron una coincidencia casi perfecta. El rifle había estado en manos del conductor nervioso que, años antes, había sido liberado por falta de pruebas. Ahora, con la nueva evidencia, ese hombre se convirtió en el principal sospechoso del asesinato de Bruce Evans.
Los detectives reconstruyeron la secuencia de los hechos. Bruce había salido esa mañana como siempre, confiado en su conocimiento del terreno. Al acercarse a la zona de Southoth Ridge, se encontró con el sospechoso, quien probablemente estaba cazando de manera ilegal. La primera bala alcanzó a Jasper, derribando al caballo. El joven guardabosques intentó escapar, pero el agresor lo persiguió y disparó de nuevo, asegurándose de que no quedara testigo. El cuerpo y la silla fueron ocultados cuidadosamente en un nicho de piedra, en un lugar remoto que nadie recorrería sin intención.
Los investigadores también revisaron el informe de la camioneta detenida en 2013. Ahora entendieron la conducta nerviosa del conductor: sabía que su crimen estaba cerca de ser descubierto, y cualquier interacción con la autoridad podía poner en riesgo su secreto. La coincidencia entre el rifle, el vehículo y la ubicación de los campamentos ilegales confirmaba la relación directa con la desaparición y muerte de Bruce.
El hallazgo final se convirtió en un punto de inflexión para Yosemite. Lo que había sido un misterio durante cuatro años pasó a ser un caso criminal resuelto desde la evidencia científica y la investigación meticulosa. Los restos fueron recuperados y trasladados para un entierro digno, mientras que las familias de Bruce y de los guardabosques del parque recibieron respuestas largamente esperadas.
El caso también dejó lecciones duras para la administración del parque: la vigilancia constante, la importancia de registrar incidentes aparentemente menores y la coordinación con las autoridades locales podrían salvar vidas. Pero sobre todo, mostró que la naturaleza remota y salvaje de Yosemite podía ocultar secretos terribles, donde un joven guardabosques confiado podía convertirse en víctima de un acto deliberado y cruel.
Bruce Evans, recordado por su diligencia, valentía y dedicación al parque, finalmente recibió justicia, aunque tardía. Su historia permaneció como un recordatorio sombrío de que incluso los lugares más bellos y tranquilos pueden albergar misterios oscuros, y que la verdad, por más oculta que esté, siempre encuentra una manera de salir a la luz.