En el corazón indómito de la Sierra Nevada, donde las montañas se elevan como catedrales de granito y los ríos corren helados entre gargantas profundas, se esconde uno de los misterios más perturbadores de los últimos años. Es la historia de Ethan Miller, un programador de 32 años de San Francisco, cuya desaparición en septiembre de 2022 se convirtió en una leyenda oscura de King’s Canyon National Park.
Lo que comenzó como una excursión más de un amante de la naturaleza terminó en un rompecabezas forense que desafía la lógica. Y aunque ha pasado tiempo, aún no existe una respuesta clara sobre qué ocurrió realmente.
Un senderista experimentado
Ethan no era un novato. Había recorrido las montañas de la Sierra Nevada en múltiples ocasiones, siempre preparado, siempre cauteloso. Su pasión era la naturaleza salvaje, un refugio donde desconectaba de su rutina de programador. El viernes 16 de septiembre de 2022 estacionó su Subaru plateado en el acceso al sendero de King’s Canyon, con un permiso visible en el parabrisas y un itinerario claro: una caminata de tres días por la famosa ruta de Rae Lakes.
Ese mismo día, a las 7 de la tarde, su hermana Emily recibió un breve mensaje satelital: “He llegado a Rae Lakes. Todo según lo planeado. Las vistas son irreales. Nos vemos el domingo.” Fue la última vez que alguien supo de él.
La alarma y la búsqueda
El domingo pasó sin noticias. Para Emily no era normal. Ethan era puntual y disciplinado. El lunes, al no recibir comunicación, alertó a los guardaparques. Pronto hallaron su auto intacto en el estacionamiento. El martes comenzó la búsqueda: helicópteros, perros rastreadores y decenas de voluntarios recorrieron cada rincón del terreno.
Nada. Ni ropa, ni mochila, ni rastros de lucha. Era como si la montaña se lo hubiera tragado. Después de dos semanas sin resultados, la búsqueda se suspendió. Oficialmente, se habló de un accidente: una caída, un ahogamiento. El cuerpo nunca apareció.
El hallazgo que lo cambió todo
Un año después, el 25 de agosto de 2023, una pareja de excursionistas de Sacramento decidió desviarse del sendero principal. En un cañón apartado y difícil de acceder, vieron algo extraño: una tienda azul, medio oculta bajo tierra y agujas de pino. No estaba en un sitio lógico para acampar, ni cerca de agua ni en terreno plano.
Al abrirla, la escena fue digna de una pesadilla. Un saco de dormir empapado de sangre reseca. Encima, una bolsa transparente con un trozo de carne humana: un pedazo de lengua, cortado con precisión quirúrgica. Y en la lona interior de la tienda, grabado con cuchillo, un mensaje inquietante: “Follow me” (“Sígueme”).
Los turistas, aterrados, activaron su comunicador satelital y aguardaron a los rescatistas. La escena quedó asegurada como un crimen.
Una escena demasiado ordenada
Los forenses quedaron desconcertados. La sangre en el saco mostraba violencia, pero todo lo demás estaba ordenado. Los utensilios de cocina lavados, la ropa doblada, las herramientas en su lugar. Nada coincidía con el caos típico de un ataque.
La lengua fue identificada por ADN: pertenecía a Ethan Miller. El corte no parecía obra de una víctima en pánico, sino de alguien con precisión de cirujano. El cuchillo multiusos de Ethan contenía trazas de su sangre y fibras de la tienda, lo que sugería que había sido usado tanto para la mutilación como para grabar el mensaje. Pero no había huellas, ni cabellos, ni ADN de nadie más.
Teorías y preguntas sin respuesta
La investigación generó más preguntas que certezas.
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Homicidio meticuloso: alguien habría torturado a Ethan, cercenado su lengua y luego desaparecido con el cuerpo, sin dejar rastro alguno. Pero ¿quién? ¿y por qué? Sus pertenencias estaban intactas.
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Ritual macabro: la lengua como símbolo de silencio, el mensaje escrito, la tienda oculta… elementos que parecían sacados de un sacrificio ritual. Sin embargo, nunca se hallaron indicios de sectas en la zona.
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Autolesión imposible: algunos plantearon que Ethan pudo haberlo hecho bajo un brote psicótico. Pero los cortes precisos descartaban esa hipótesis.
La frase “Sígueme” fue el mayor enigma. ¿Una pista hacia el cuerpo? ¿Un mensaje dejado por el agresor? ¿O el delirio final de una víctima desesperada?
Una búsqueda que terminó en nada
Tras el hallazgo, se desplegó un nuevo operativo. Perros, drones y decenas de rescatistas peinaron el cañón y sus alrededores. Pero, igual que la primera vez, no encontraron nada: ni huesos, ni ropa, ni señales de que un cuerpo hubiera sido movido.
Era como si Ethan se hubiera desvanecido en el aire, dejando solo aquella tienda ensangrentada y su lengua como único testimonio.
La leyenda de King’s Canyon
Hoy, el caso de Ethan Miller sigue sin resolverse. Su tienda, su saco de dormir y su cuchillo descansan en una sala de evidencias, mudos testigos de un misterio que hiela la sangre.
Los guardaparques hablan de él en voz baja, y los excursionistas cuentan la historia alrededor de fogatas como si fuera una leyenda moderna: la del hombre que desapareció en King’s Canyon, dejando atrás un mensaje escalofriante.
El cuerpo de Ethan jamás fue encontrado. Lo único que permanece es esa pregunta sin respuesta: ¿qué quiso decir con “Sígueme”? ¿Era una invitación, una advertencia o el reflejo del rostro de su asesino, visto en el último segundo de su vida?
Mientras tanto, la montaña guarda silencio. Un silencio tan frío e impenetrable como el misterio que se llevó a Ethan Miller.