Ocho años de silencio: descubren el cuerpo de un agente del FBI enterrado en los cimientos de un casino de Misuri

En la mañana del 14 de marzo de 2006, el detective Vincent Caldwell recibió una llamada que cambiaría el rumbo de una investigación olvidada. El capataz de una obra de construcción en el Riverside Casino, en Misuri, le avisaba con la voz quebrada que habían encontrado “algo” en los cimientos. No eran restos de demolición ni escombros comunes: bajo una losa de concreto, envuelto en plástico deteriorado, yacía un cadáver con una placa metálica brillante aún adherida a la chaqueta. Era el agente especial del FBI, David Torino, desaparecido en 1998.

El agente que se perdió entre las sombras

Torino no era un nombre cualquiera dentro de las fuerzas federales. Reconocido por su tenacidad, llevaba meses infiltrado en el mundo de los casinos fluviales de Misuri, investigando operaciones de lavado de dinero a gran escala ligadas a familias mafiosas de Chicago y Kansas City. Su último contacto fue el 15 de septiembre de 1998, cuando llamó a su supervisor para confirmar una cita con un informante clave. Nunca volvió a dar señales de vida.

El FBI lo dio por desaparecido, se abrió una investigación exhaustiva, pero tras dos años de pistas fallidas, el caso fue archivado como “sin resolver”. Nadie imaginó que su cuerpo estaba enterrado en el mismo casino que investigaba.

Un hallazgo que expuso un secreto incómodo

Cuando los forenses retiraron los plásticos, junto al cadáver apareció su billetera intacta con licencia, tarjetas y dinero en efectivo. No faltaba nada, salvo su pistola reglamentaria. Las marcas en sus muñecas revelaban que había sido atado antes de morir. La conclusión fue clara: no se trataba de un robo, sino de una ejecución cuidadosamente planificada.

Los registros de la obra confirmaban lo inquietante: la sección de concreto donde apareció el cuerpo se vertió el 18 de septiembre de 1998, tres días después de la desaparición del agente. Alguien con acceso directo a la construcción se encargó de sepultar allí las pruebas.

Una red que iba mucho más allá del casino

El nombre del gerente del Riverside Casino en 1998, Anthony Velasco, surgió rápidamente. Sus vínculos con familias criminales eran conocidos, y el FBI ya lo había puesto bajo la lupa. Junto a él, otras figuras despertaron sospechas: Thomas Brennan, jefe de seguridad del casino y hermano del dueño de la empresa constructora; Gerald Hoffman, un pit boss que facilitaba juegos privados; y Robert Kesler, un enigmático “consultor” con conexiones federales.

En los meses previos a su muerte, Torino había descubierto un patrón alarmante: las operaciones del FBI parecían anticiparse al crimen organizado, como si alguien filtrara información desde dentro. Sus notas señalaban incluso a un juez federal, Harold Morrison, que supervisaba casos vinculados al juego.

La conspiración que sobrevivió al tiempo

Cuando en 2006 se desenterró el cuerpo, no solo resurgió el misterio de Torino. También reaparecieron los fantasmas de una posible red de corrupción que alcanzaba a funcionarios estatales, federales e incluso judiciales. Durante su investigación, Torino había trazado un mapa de relaciones que conectaba a casinos, empresas constructoras, políticos y mafiosos en un mismo engranaje.

Los testimonios de antiguos empleados del casino confirmaban las sospechas: había juegos privados fuera de protocolo, libros contables secretos y un flujo millonario de dinero que entraba sucio y salía limpio en forma de cheques del casino.

El precio de buscar la verdad

Lisa Chen, excompañera y amiga cercana de Torino en el FBI, aseguró que él ya sabía que alguien de dentro estaba saboteando la investigación. Por eso llevaba registros privados y confiaba solo en ella. Pero el 15 de septiembre, justo antes de poder dar el golpe final, lo interceptaron.

Para Chen, el hallazgo en 2006 no fue casualidad: “El cuerpo estaba destinado a no ser encontrado. Era un mensaje. Quien lo enterró ahí sabía que un agente federal desaparecido podía borrar la investigación por completo”.

Una herida que sigue abierta

Hoy, el caso de David Torino se recuerda como uno de los episodios más oscuros en la historia reciente de la lucha contra el crimen organizado en EE. UU. El hallazgo en el Riverside Casino no solo devolvió el cuerpo de un agente desaparecido a su familia. También expuso la fragilidad de las instituciones frente a redes criminales capaces de infiltrar casinos, empresas, políticos y hasta el propio sistema judicial.

La pregunta sigue siendo la misma que hace casi tres décadas: ¿quién ordenó silenciar a David Torino?

La respuesta, enterrada bajo capas de silencio y poder, aún espera ser descubierta.

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