El misterio de los ingenieros desaparecidos en Alaska: secretos enterrados desde 1943 salen a la luz

El 14 de febrero de 1943, siete ingenieros de élite del Cuerpo de Ingenieros del Ejército de Estados Unidos partieron hacia lo que parecía una misión rutinaria en el Ártico. Su tarea: explorar y evaluar terrenos para posibles instalaciones militares en Alaska, un punto estratégico clave en plena Segunda Guerra Mundial. Nunca regresaron.

El operativo, conocido como Operación Polar Star, quedó marcado como una de las desapariciones más enigmáticas de la historia militar. Durante décadas, los informes oficiales solo hablaron de condiciones extremas, tormentas y dificultades logísticas. Las familias recibieron certificados de defunción. Los expedientes fueron sellados bajo clasificación militar. El misterio quedó congelado bajo el hielo… hasta 2023.

El hallazgo inesperado

Ese año, un equipo de construcción trabajaba en la expansión del oleoducto Trans-Alaska cuando el jackhammer de un obrero golpeó algo inesperado. A solo un metro bajo el permafrost apareció metal corroído. Al continuar la excavación, emergieron instrumentos de topografía, radios militares, efectos personales. Todo claramente marcado con sellos del Ejército de los años 40.

El detalle más perturbador fue que cada número de serie coincidía con el equipo asignado a los siete hombres desaparecidos de la Operación Polar Star. Ocho décadas después, el pasado resurgía intacto.

La arqueóloga Sarah Mitchell, convocada al lugar, quedó desconcertada: los materiales no deberían haber resistido así al paso del tiempo. Pero lo más inquietante no era su conservación, sino su disposición. Los objetos habían sido cuidadosamente enterrados en un patrón circular, como si alguien hubiera querido protegerlos o preservar un mensaje.

Ecos del pasado

Entre los hallazgos apareció un cuaderno envuelto en lona impermeable. Era el diario del sargento Robert Chen, líder de la misión. Sus primeras páginas describían condiciones normales: temperaturas extremas, anotaciones técnicas, avances en la exploración. Pero pronto las entradas cambiaron de tono.

El 12 de febrero, Chen escribió:
“Las condiciones del terreno son inestables. Algo no encaja con las mediciones. La tierra misma parece equivocada. Recomiendo extracción inmediata.”

Y, en otra tinta, añadió tres palabras que helaron la sangre de los investigadores en 1943 y vuelven a hacerlo hoy:
“Ellos están mirando.”

Un complejo bajo el hielo

El hallazgo de 2023 fue solo el inicio. La excavación reveló que bajo el círculo de objetos había estructuras de piedra tallada con precisión milimétrica, muy anteriores a cualquier asentamiento humano conocido en Alaska. Con tecnología moderna, los arqueólogos detectaron túneles y cámaras que se extendían bajo la montaña.

Lo imposible se hacía evidente: la Operación Polar Star no había desaparecido por azar. Habían encontrado algo.

Al descender a las cámaras, militares y expertos descubrieron un complejo que parecía una mezcla entre templo antiguo y laboratorio futurista. Símbolos desconocidos en las paredes. Restos de hogueras apagadas hacía pocas décadas. Equipos científicos que no debían existir en los años 40. Y, lo más impactante, cuadernos adicionales con la inconfundible letra del sargento Chen, fechados hasta 1951.

Una verdad inquietante

Los documentos describían meses —incluso años— de vida subterránea. Los ingenieros no murieron en 1943: permanecieron dentro del complejo, estudiando, trabajando, cambiando. Los informes detallaban experimentos psicológicos, efectos de la reclusión prolongada, interferencias electromagnéticas que alteraban el comportamiento humano.

Todo estaba firmado bajo un nombre en clave: Proyecto Deep Winter.

En los archivos se encontraron expedientes de otros soldados desaparecidos en décadas posteriores. Uniformes de los años 50 y 60, placas de identificación de hombres reportados como muertos en misiones secretas. Las piezas encajaban: la zona no era un misterio natural, sino un centro de experimentación oculto.

Ecos vivos

Lo más perturbador surgió al final. En una de las salas, entre pertenencias recientes, apareció un cuaderno con anotaciones fechadas apenas semanas antes de la excavación. La letra, idéntica a la del sargento Chen, contenía una frase que hiela la sangre:

“No debían encontrarnos todavía. El proyecto no está terminado. Pero ya que han llegado, deben conocer la verdad.”

Preguntas sin respuesta

¿Sobrevivieron los ingenieros durante décadas? ¿Fueron usados como sujetos de prueba en experimentos secretos? ¿Quién manejaba realmente el Proyecto Deep Winter? ¿Por qué ocultar durante 80 años uno de los capítulos más inquietantes de la historia militar estadounidense?

Lo único claro es que lo hallado en Alaska reabre un misterio que mezcla guerra, ciencia oculta y secretos de Estado. La Operación Polar Star ya no es un caso cerrado: es un eco que regresa desde el hielo, exigiendo respuestas que aún nadie se atreve a dar.

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